¿Qué puede provocar un filme como Mundo Jurásico que no vaya más allá de una emoción primaria? Ya desde esa óptica es algo complejo hacer un análisis concienzudo de un producto hecho bajo parámetros comerciales, entiéndase cine de verano. Hay por ahí un debate respecto a la protagonista y su uso, o más bien, impecable manejo de zapatos de tacón durante toda la cinta así sea perseguida por un depredador prehistórico, pero eso no debería ser el acento sobre una ficción cuya naturaleza es del género fantástico. Menos cuando ya pasó su momento. Lo interesante de esta cinta, me parece, es que en su aparente simpleza posee una construcción que apunta hacia el cine de aventuras clásico. Sin complicaciones ni pistas escondidas para los fanboys (aunque las tiene), sin querer abarcar más de lo que debe y, sobre todo, sin pensarse como una continuación. Es decir, evita este mal del que padecen varias películas de su tipo, que es servir la mesa para las secuelas a costa de descuidar una historia que igualmente podría hacer lo mismo en su tercer acto. El antecedente inmediato de este ejercicio lo vimos apenas el año pasado en la sorprendente Edge of Tomorrow (Doug Liman, 2014), un filme de acción pura con Tom Cruise y Emily Blunt salvando a la humanidad que no se complicó y respetó su fuente y esencia.
Y ojo, porque la cinta sí cae por momentos en este vicio de pensar a futuro, y ahí está su punto débil, pero no se percibe como un movimiento forzado porque el núcleo de la cinta son los dinosaurios, y Colin Trevorrow, director, es evidente que lo entendió desde un inicio. Jurassic World está pues, en la línea de blockbusters como Indiana Jones y su antecesora de 1993, y de entrada eso es ganancia respecto a sus pares.
Mundo Jurásico es el parque de atracciones que nace del perfeccionamiento logístico del sueño de John Hammond. Ahora con todas las medidas de seguridad y personal que ─supuestamente─ tiene las herramientas (físicas, intelectuales y tecnológicas) para dirigirlo y mantenerlo bajo control. Ahí los protagonistas son Claire (rescatada y casi perfecta Bryce Dallas Howard), quien con dizque puño de hierro maneja el parque, y Owen (Chris Pratt), el clásico hombre de arrogancia cool que tiene un talento especial para controlar a los Velociraptors. Owen, acaso Pratt ensayando para ser el posible nuevo Indiana Jones, tiene un pasado con Claire y eso los unirá cuando el Indominus Rex, un dinosaurio genéticamente modificado con características de diversos reptiles y especies de dinos, escape de su cautiverio y ponga todo el parque de cabeza causando destrozos y liberando (o matando) a otros de su especie en su paso por las diversas aéreas del parque. Este buen giro tiene un doble filo, porque si bien hace que la acción progrese a un filme mucho más emocionante e interesante que el que mostraba a una mujer de contradicciones que puede manejar ese gran conglomerado pero que no se sabe las edades de sus sobrinos (dos chicos de vacaciones que están en el MJ con brazaletes VIP disfrutando de las atracciones por su lado), tal vez reforzando su figura de independencia y “workaholic”, también estira subtramas que en teoría deberían ser más sencillas o de plano no existir, y con ello evitar romper el buen ritmo del filme. Porque cuando Mundo Jurásico va sobre Claire y Owen buscando a los sobrinos que están perdidos en algún punto por desobedecer órdenes, trabaja espléndidamente; hay química, humor a veces muy logrado a base de indirectas, y entrada y salida de personajes que les ayudan en el camino. Pero cuando se desvía de la acción, y aquí el punto débil mencionado líneas más arriba, hacia explicar mucho conflictos como los del Dr Wu, el científico que trabaja con una agenda propia que mezcla experimentos peligrosos y dinero. O el de Hoskins (Vincent D’Onofrio), un supuesto contratista que también tiene sus propios planes de expansión al ver que el parque se desmorona ante la falta de respuesta al desastre, el filme pierde un poco de la personalidad que ya había ganado y recuerda por momentos a las secuelas que propiciaron que este proyecto tuviera su punto final.
Afortunadamente, Mundo Jurásico posee secuencias destacables que si bien están familiarizadas con la fórmula de dichas cintas, tienen un efecto más impresionante y obviamente fresco, como la carrera de Owen y sus velociraptors a la caza del Indominus, o la aparición de un viejo conocido como clímax absoluto cuando la cinta ya tiene ganada la nota. Todo y un poco más envuelto en un aire menos juguetón que el esperado. Hay, por ejemplo, más de una escena sangrienta que bien pudo haber jugado en contra de no ganarse la clasificación PG-13. Y aunque la película libró ese lastre quedándose a raya, se reconoce la visión realista y satírica (Vivian y Lowery, la pareja dispareja del centro de comando, no tiene desperdicio alguno) de Trevorrow.
No es gratuito que Mundo Jurásico haya roto, y continúe, rompiendo récords de taquilla. No exige la hoja de conocimientos que Marvel y DC piden hasta en sus cintas introductorias de nuevos superhéroes, ni es un despliegue vulgar de efectos que hace un lado toda coherencia narrativa (Hola, Michael Bay). Mundo Jurásico apela a su padre cinematográfico, el hombre que en 1993 cambió por segunda vez las reglas del cine de verano, Trevorrow lo entendió y sacó buenos dividendos.
Vamos, es difícil fallar cuando Steven Spielberg es tu guía.