Marco Antonio Flores Zavala
Sumario: Sobre el libro Memorias del encierro. Seguido de Addenda (poemas agregados a las memorias del encierro de Enrique Laviada Cirerol (Taberna libraria editores, 2024)
Contexto
Diciembre de 2019. Wuhan, capital de Hubei, en China. Varias personas son registradas en el sistema de salud con una “neumonía atípica”. La enfermedad se propaga con rapidez en la localidad, en la comarca. El hecho es noticia internacional en el inicio del invierno. Se va sabiendo de a poco: el padecimiento es por la transmisión de un virus —SARS-CoV-2—; ocurre cuando un portador habla, tose o expulsa saliva ante otras personas, o cuando se tocan superficies que detuvieron saliva de un portador. Las autoridades político-sanitarias implementaron medidas de higiene racional —uso de cubrebocas y mascarillas; recomendaron limpieza frecuente de manos con alcohol en gel; al toser, cubrirse con el ángulo interno del brazo; y, el extremo, evitar el contacto con otras personas—.
Pese a la aplicación de acciones cautelares restrictivas —cercos sanitarios—, desde la provincia central del país asiático se expandió al mundo. La infección local devino en epidemia y luego se clasificó como pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró el 30 de enero de 2020 como una “emergencia de salud pública de importancia internacional”. El contagió transnacional inició cuando una persona enferma salió de China, en avión de vuelo internacional.
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Febrero de 2020. En México supimos de la “neumonía atípica” como un asunto ajeno internacional. Pero, las movilidades de comerciantes, transportistas, turistas, migrantes al exterior, o de afuera al país, provocó el contagio al interior. El primer caso reconocido de infección fue el 28 de febrero, diez días después aconteció el primer deceso; seguirían otros. Al casi final del trágico episodio fallecieron varios cientos de miles de personas[1].
El sistema nacional sanitario no estaba preparado para afrontar la pandemia —ésta fue declarada por la OMS el 11 de marzo—. Tampoco actúo con una política higiénica razonable y menos con empatía. Recuerda Usted las rocambolescas declaraciones del responsable gubernamental, las del presidente mismo, sobre el para qué usar el cubrebocas; el alardear que el cuidado bastaba con portar imágenes religiosas; y, la lamentable declaración: “la epidemia en México vino como anillo al dedo”.
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Aunado al pésimo manejo de la pandemia en México, en los días que comenzaron las restricciones sanitarias las redes sociales fueron los medios posibles para continuar las convivencias. No dudo en señalar ahora, las redes pusieron a tope las formas de comunicación escolar, laboral, comercio. En todas las actividades hubo agotamiento por no estar cara a cara con otras personas.
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Además, había autores —Slavoj Žižek—, libros —Modernidad líquida de Zygmunt Bauman— y lecturas —Homo Deus de Yuval Noah Harari— que señalaban ciertos rasgos de dónde y cómo estaba la humanidad. Entonces la imposición de una cuarentena marcó frontera inmaterial entre un antes y un después. Las personas entramos a una inicial ruda reclusión, comenzó el aislamiento —marzo de 2020—. Nunca se olvidará #Quédateencasa; nunca se olvidará cuando en Zacatecas los diputados se negaron a colaborar con racionalidad sanitaria sobre el uso del cubrebocas; nunca olvidaremos que pasamos encerrados días y noches sin ser personajes literarios y sin tener contundentes palabras nuevas de aliento.
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Agréguese: en Zacatecas no contamos información de fácil acceso sobre la pandemia. Las autoridades político-sanitarias han ido desapareciendo las huellas y las acciones realizadas en la administración pública[2]. Para hacer un seguimiento del caso lo pertinente es acceder a los archivos digitales de los periódicos impresos en la capital del estado. Como lector cotidiano y colaborador asiduo hice la lectura y rastreo de la funesta presencia del Covid en El Diario NTR. En él hojee, en el suplemento Crítica. Forma y fondo, las entregas de Memorias del encierro de Enrique Laviada Cirerol.
Escribir para hacer memoria
«Los personajes de este relato se encuentran, pues, recluidos a pesar de su voluntad. Aclaro que no es una condena, a menos que la vida sea una condena.»[3]
Las restricciones sanitarias iniciaron en los últimos días de marzo de 2020, era entonces el inicio de una primavera calurosa. Cada quien enfrentó el aislamiento sanitario de forma distinta. El periodista y político Enrique Laviada acató el encierro, y como miles de personas se sitúo en su casa familiar, lo hizo sin dejar el celular al lado; siguió leyendo en las plataformas y provocó conversaciones en Meet, Zoom, WhatsApp y en otras tantas plataformas que debieron implementarse para sostener la convivencia humana. Pasaron los días —estoy imaginando y reconstruyendo los posibles hechos y escenarios por los diálogos sostenidos y la información que presenta este libro—.
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Lector inquisitivo, como es el autor, hizo conversación privada con otros escritores —vislumbre el librero que contiene esta obra, va de Dante a su infaltable Marx, del NYT a otro clásico indispensable, José Pepe Revueltas—.
«Debo decir que Defoe me ha impresionado, en esta lectura especialmente [Diario del año de la peste (1665)], por su acuciosa narrativa, podría decirse que periodística, en su larga, muy larga crónica de los sucesos de 1665 […] En cada página comparo a las personas de entonces con las de ahora. Y resulta una inquietante similitud. Somos los mismos seres asustados por lo desconocido. Las ordenanzas coinciden: limpieza de las cosas, desinfección continua, suspensión de espectáculos, prohibición de banquetes, parálisis económica, cierre de negocios, fronteras y puertos.»
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Leer y reojear, estando en reclusión, lo colocó al límite de cuestionar: qué sigue en las situaciones que nos colocó el «virus coronado». La respuesta práctica fue reflexionar y escribir. Si el aislamiento lo hizo cuestionar en qué tipo de guerra estaba el mundo, al ser diagnosticado como portador positivo lo condujo a los interrogatorios de fondo: acerca de la vida y la muerte.
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El libro está integrado con 16 relatos. No es sólo narración, tampoco descripción simple, es un volumen donde convive el ensayo y sus elementos integradores: creación literaria y reflexiones de todo tipo de claves: la libertad, la condición de las personas, el trabajo, los tratos sociales, el afecto humano. Hay por supuesto trabajo periodístico de investigación con fuentes en la Internet, otras experiencias vividas, están presentes otros géneros y técnicas de los vastos campos conectados del periodismo, la literatura, la historia y la filosofía. Memorias del encierro es un desdoblamiento del autor, quien relata qué pensó y vivió durante de retiro social.
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Laviada Cirerol coloca la reflexión como un medio para sobrevivir —el peso de la conciencia, la fe, la memoria, comprender el tiempo presente, son parte de los tópicos notorios en las secuencias del volumen—. Él confiesa que existió miedo, para sí y lo percibió en otros; revaloró la fe —me consta que no es católico, pero tampoco es un ateo irredento, porque sabe conversar sobre la Biblia, religión, Dios e Iglesia, lo hace sin perder su basamento libertario y marxista—.
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En el texto notará que expone, argumenta, discurre y coloca a otros personajes ficticios para dialogar, escuchar la conversión de Ella con Él. Este libro no va como monólogo, es una narración que tiene como escenario temporal las tardes y noches en la primavera-verano de aquel annus horribilis de la humanidad.
«Varios personajes (quienes siguen confinados) se reúnen. El ambiente es aún tenso. Hace calor y florecen los jardines que se pueden observar a distancia. Cada uno hace lo posible por entender. En ese momento entran a una sala. Guardan distancia. Portan mascarillas.»
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Otro detalle, al leer escuchará a intérpretes y compositores musicales que hicieron tanto leves, como agudos, los insomnios y soliloquios del escritor.
«Ella es tímida, a la manera de la hechicería, ella es Janis Joplin, apenas la distingo entre tanta gente, subida a nuestras mentes, mientras golpea el suelo con sus tacones, imbuida por el ritmo de unas largas notas agudas, y más adelante graves, como si de lo que se tratara fuese de perdernos juntos en la agonía del ensueño.»
Memorias del encierro es un referente reunido para percibir como Laviada Cirerol pensó y cuestionó el estado social de 2020. Usted puede leerlo del «Comienzo» a «La muerte, epílogo». Notará las preocupaciones iniciales de marzo a las tensiones del otoño. O igual, el ejercicio lectoral puede ser a salto de atracción de los títulos de las secuencias y con ello tendrá notas sobre las tensiones en las que estuvo el ánimo, la confusión y la reminiscencia necesaria para no olvidar que estuvimos en una frontera de la vida colectiva.
[1] Existen diferentes registros sin coincidencias, incluso varias instituciones gubernamentales tienen registros desiguales. Propongo como una fuente fiable la que ha proporcionado la Comisión Independiente de Investigación, aunque esté integrada por “adversarios del régimen”. Enlace: https://www.comisioncovid.mx/index.html
[2] https://covid19.zacatecas.gob.mx/
[3] Uso este tipo de comillas para indicar que los enunciados provienen del libro.