Presidente de México
Presente:
Antes que nada lo saludo respetuosamente, al mismo tiempo que aprovecho la ocasión para, en caso de tener suerte que lea usted mi escrito, se entera de la sugerencia que humildemente le hago.
Voy a diseccionar, como diría Jack el destripador, las razones que me motivan para hacerle semejante sugerencia. Sobradamente entendido por todos aquellos que quieren enterarse de lo que le duele a México desde hace mucho, que digo mucho, muchísimo tiempo, procedo con la sección de la memoria.
Las movilizaciones de descontento que se esparcen por prácticamente todo el territorio nacional son consecuencia, no de las cohabitaciones y relaciones peligrosas de autoridades de cualquier orden de gobierno que han desencadenado una serie de tragedias que le han arrebatado la vida a decenas de jóvenes, “el futuro del país” como machacan los políticos; no, no me refiero a lo de hoy, sino a la Inveterata consuetudo et opinio juris seu necessitatis de toda una cadena de errores y desaciertos, unos por omisiones y muchos otros deliberados, de casi todas las administraciones públicas surgidas después de consumarse la Revolución Mexicana, todas juntas han dado pie a ese ´Ya Basta´ de una gran parte de los mexicanos que ahora se manifiestan en las calles y en las redes sociales.
Esa memoria resbaladiza que nos caracteriza es la que me hace dudar sobre los beneficios que trajeron las dos gestas bélicas que nos dieron Patria e Identidad. Créame distinguido presidente, hoy día no alcanzo a comprender cómo es posible que tanta Historia descrita en los libros oficiales y por autores independientes sea insuficiente para honrar tantas vidas y sangre derramada en los campos de batalla, si de golpe y porrazo unos cuantos la han denigrado.
El retrato del México de hoy no refleja el sacrificio de los indígenas que combatieron a los conquistadores, tampoco el costo que pagaron los vulnerables que fueron arrastrados por los peninsulares y criollos que cortaron el cordón umbilical con su madre patria. También me pregunto ¿los liberales del siglo XIX descansarán o se retorcerán de coraje donde quiera que se encuentren, al ver que derrotar a los conservadores vendepatrias sirvió para dos cosas?, para nada es la primera respuesta, la segunda ya la conocen.
Y sigo cuestionándome ¿el benemérito de la américas seguirá en espíritu en las decisiones reformadoras de la actualidad?; ¿la dictadura de Porfirio Díaz era mejor que la de ahora?; ¿los ideales de los caudillos del sur y los centauros del norte seguirán cabalgando o se habrán atrincherado de vergüenza?; ¿los últimos constituyentes seguirán vigentes en la memoria de los gobernantes o serán letra muerta para adornar museos e ilustrar academias?.
No vaya usted a pensar señor presidente que quiero achacarle todo el peso de la deshonra a la que han llevado la Historia de México; de ninguna manera, aunque sí, carga usted sobre sus hombros con un cachito de ese tramo. Sin embargo, la parte que le corresponde se asemeja a una metástasis, es decir, el deterioro es general y resulta por demás peligroso seguir escribiendo la vida nacional con los mismos argumentos.
Fíjese usted señor mandatario, que a diferencia de lo que opinan y exigen millones de mexicanos, no porque les falte razón, sino porque no va a suceder; yo le pido que no renuncie, que no se deje intimidar y continúe en el cargo.
A mí me queda muy claro que no hay loco que trague lumbre, por eso baste analizar porque los clérigos radicales del islamismo no predican con el ejemplo de sacrificarse por su religión, pues prefieren lavarle el coco a sus fieles más débiles de mente, que son los que cometen los atentados suicidas.
Lo mismo sucede en México con los manipuladores de los movimientos sociales que desvirtúan las convicciones de los reclamos y las reorientan para confrontarlos con el gobierno, pero lo hacen desde sus cómodas posiciones mediáticas o arropados por sus fanáticos; por eso dudo que consigan su objetivo, porque no va a crecer el descontento en las calles, como sí sucede en Europa o África del Norte, por la simple y sencilla razón de que al menos un tercio de la población en nuestro país no es afectada por lo que hagan o dejen de hacer sus autoridades, menos están dispuestos a poner en riego lo que tienen cuando constatan que los que agitan detrás de las manifestaciones son parte del problema y de los peligros de siempre.
En cambio, señor presidente, este humilde patriota le sugiere que se deje querer. Imagínese que las fuerzas armadas, en un gesto heroico real de servicio a la nación y de lealtad pura a la institución presidencial, le respalda en la decisión de disolver el Congreso Federal, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, El poder Ejecutivo, la proscripción de todos los partidos políticos y la desaparición de los tres órdenes de gobierno, para convocar, en un plazo no mayor a seis meses, a un constituyente de 400 integrantes conformado por académicos probos y ciudadanos comunes insaculados del padrón electoral, para analizar, discutir y redactar una nueva constitución.
Que durante el tiempo que dure la disolución de los tres poderes, se promulgue la nueva constitución y entren en funciones las nuevas autoridades, se conforme una junta de gobierno con cien personas honorables acreditadas por las universidades más prestigiadas del país y encabezados por usted, para supervisar el cumplimiento del ejercicio del último presupuesto federal.
Esta sugerencia señor presidente, no pretende ni por poco ser indecorosa, por el contrario, le abre la posibilidad de convertirse en un mexicano ejemplar y hacer parecer diminutos junto a usted a los emperadores aztecas, al Cura Hidalgo, al Ciervo de la Nación, a Guadalupe Victoria, al licenciado Juárez García, al prócer de la democracia, a Doroteo y a Emiliano, a los constituyentes del 17; vaya hasta al innombrable y a la docena desperdiciada. Consiéntase presidente, salve a México de adeveras, remueva la podredumbre y otórguele sentido y realidad a la esperanza que tanto ensalza en sus disertaciones; o,
Siga por el derrotero que se ha o le han trazado, a ver si por casualidad o por obra de la divina providencia recupera una pizca de credibilidad y coloca a México en el lugar que le corresponde según su imaginario y el Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018.
Es cuanto señor Presidente
Manuel Narváez Narváez
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Twitter: @manuelnarvaez65