El viernes primero de julio, asumí la Presidencia del Club rotario al que pertenezco, “Chihuahua Enlace”; ésta es mi reflexión de esa tarde:
“Hace poco más de cinco años, mi amigo, el Lic. Caín Lara me invitó a pertenecer a Rotary; muy lejos estaba yo de imaginar que este día habría de llegar. Muy lejos, de imaginarme que mis compañeros de Club me honrarían con esta distinción. Gracias a todos, a Caín en primerísimo lugar, por su calidez y bonhomía; pero sobre todo, porque tuvo la feliz ocurrencia de invitarme. Gracias a Cecy, a Diana, a Rosalva, a Pancho, a Gabriel, a Óscar, por permitirme acercarme a sus vidas por esta vía; gracias a mi querido amigo, Óscar Pasillas, quien se nos adelantó en el camino pero nos brindó un ejemplo de vida; y en lo particular, a Carmen y a Paquín, quienes habrán de compartir esta responsabilidad que hoy inicia, respectivamente, como Secretaria y Tesorero de la Mesa Directiva del Club. Gracias a ambos.
Durante ese lapso de casi seis años, ¡qué rápido pasa el tiempo!, merced al apoyo y al entusiasmo de compañeras y compañeros, puedo decir que todas mis expectativas se han visto colmadas. Cuando entré, tenía una noción vaga de qué era y para qué servía Rotary. Con el correr de los años, paulatinamente me he ido interiorizando respecto de lo que somos y para qué servimos.
Primero como Secretario, luego como Tesorero (gracias, Diana) y ahora como Presidente del Club ‘Chihuahua Enlace’, me he dado cuenta de la magnífica oportunidad que el ser Rotario nos brinda para asumirnos -y construirnos- como mejores individuos, como mejores personas.
Puede ocurrir, que por alguna razón, cuando el ajetreo de este Mundo que nos tocó vivir nos lo permite, nos detengamos a hacer un alto en el camino para hacernos esas dos preguntas sempiternas de: ‘¿Quién soy? ¿Y para qué estoy aquí?’.
Rotary tiene en parte, se los garantizo, las respuestas. Soy por naturaleza un ser gregario -Caín dirá que no-; uno, que no puede vivir ni sobrevivir sin los otros. Uno que ha sido colmado de un sinfín de bendiciones; uno, que en ocasiones, muchas más de las que yo quisiera por desgracia, no sabe qué hacer con su vida ni con esos dones y talentos que, por la gracia de Dios, le han sido conferidos.
Pues bien, la respuesta a esas inquietudes es muy simple: Volcarse. Volcarse en el otro. Ofrecerse y darse; brindarle ayuda a quien más lo necesita; descubrirse, cada día, generoso y solidario. Partícipe del Mundo para ver, no qué nos llevamos, sino qué ponemos en él; qué le dejamos; qué está en nuestras manos hacer -u omitir- para que, cuando debamos de partir, lo hagamos con el júbilo sereno de quien sabe ayudó a dejar un Mundo mejor de aquél otro que recibió.
El principal cometido del ser humano es servir a los demás; traducir en hechos y en Ley de Vida, el mandato del amor al prójimo.
Pues bien, ésa es la amalgama que mantiene unida esta estructura que llamamos ‘Rotary Internacional’: amistad y servicio.
Pero entiéndase, no se trata de cualquier tipo de organización. Rotary se rige por una serie de reglas que sirven para dotarlo de identidad propia, con independencia de la latitud donde se constituya alguno de los miles de clubes que lo integran. Ese entramado de ideas, de reglas, de conceptos, le brinda coherencia a una estructura que abarca al Mundo, dotándola de homogeneidad, de tal suerte que es maravillosamente posible reconocernos rotarios allá donde estemos, lo dijo Caín alguna vez: ‘Como hermanos, como acompañantes de ruta, como compañeros causa’.
No obstante, ese enorme aparato, ese conjunto magnífico de personas, de normas, de instituciones, etc. -e incluso, a pesar del hermoso regalo de la amistad-, Rotary no tendría ningún sentido sin el fin último que nos habita y nos congrega: El servicio.
Ése es, a no dudarlo, el compendio de aquello que nos reúne cotidianamente en derredor del Orbe: La voluntad de servir o, como nos gusta decirlo: ‘Dar de sí, antes de pensar en sí’.
Hoy, como cada año para estas fechas, como ocurre en todo el mundo desde hace más de cien años, en multitud de ciudades, de países, en los cinco continentes, estamos aquí para formalizar un cambio de estafeta, sí; pero también, para refrendar nuestro compromiso con la sociedad y con nosotros mismos.
Por eso debemos estar muy contentos esta tardenoche, pues éste es un nuevo comienzo, otro más, uno que nos trasciende y nos hermana más allá del tiempo y la distancia y nos recuerda que el Mundo mejor que todos anhelamos comienza cada mañana, todas las mañanas, precisamente en ese momento glorioso de abrir los ojos a un nuevo día.
Los invito a sumar y a sumarse”.
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Luis Villegas Montes.