- Las amarras sueltas de la sucesión y la confrontación que contamina todo.
- Que se privilegie la prudencia y la sensatez política.
- Que la prioridad sea el desarrollo del Estado, no la lucha fratricida
En la sucesión gubernamental 2016 en Zacatecas una serie de factores influirán para determinar el escenario triunfador y destacará, de manera preponderante, el perfil del candidato, su propuesta, la estructura de poder que le acompañe (en especial los soportes de movilización ciudadana y del voto), así como las alianzas estratégicas estatales y nacionales. En este contexto, será decisivo el privilegiado rol protagónico que ejerza la fuerza del presidencialismo que encabeza Enrique Peña Nieto, núcleo hegemónico en el que gravita actualmente no sólo la acción del PRI, sino también del resto de las principales fuerzas políticas del país.
Como Jefe de la Nación, Peña Nieto visitó la entidad por segunda ocasión en lo que va de éste año, en un momento en que en Zacatecas se desataron las amarras de la lucha anticipada por la sucesión gubernamental estatal (en un desbocamiento nada prudente, pero si real) y en un escenario nacional cuando se ha consolidado de manera omnipresente, la figura de un renovado presidencialismo, como factor y componente supremo del sistema político mexicano, en instantes en que las denominadas reformas estructurales se han mostrado insuficientes para sentar las bases del cambio de régimen y los partidos se quedaron atorados en sus limitaciones morales y éticas.
A un año cinco meses de su administración, Enrique Peña Nieto ha reconstituido la energía de un renovado presidencialismo fuerte, cohesionador, protagónico, centralizador y absorbente, y se apartó del presidencialismo bisoñamente acotado e inexperto que durante los primeros doce años de este milenio condujo peligrosamente a un proceso de balcanización de la República y a una brutal guerra contra el crimen organizado que ha ensangrentado y dividido a la nación, por un período prolongado de tiempo, y que aún no termina.
Hoy se ha restaurado (para bien o para mal, el tiempo lo dirá) con Enrique Peña Nieto una institución presidencialista fuerte, altamente concentradora y decidida a actuar, como hacía tiempo no sucedía.
Ese presidencialismo de nuevo cuño, se ha convertido en el centro de la vida económica, política y social de la República y sobre ella gravita la vida interna del PRI, lo mismo que la acción de muchas de las otras fuerzas políticas, de izquierda o derecha. Este será incuestionablemente un factor de gran peso que influirá en los procesos de sucesión gubernamental en las entidades, como el que experimentará Zacatecas en el 2016
Ante el retorno de este fenómeno histórico del sistema político mexicano, la pregunta que debemos formularnos es obvia y evidente: ¿Es el presidencialismo la única salida para saltar las trampas, las contradicciones y las debilidades de la democracia mexicana, atrapada en su perpetua crisis de representación y distinguida por su ineficacia para combatir las desigualdades?
EL PRESIDENCIALISMO Y LA SUCESIÓN EN ZACATECAS.
Las características del presidencialismo aparecen en la propia Constitución General de la República, como figura legítima y legal del poder y este componente supremo del sistema político – según la argumentación del maestro Jorge Carpizo-, cuenta con facultades constitucionales, así como con atribuciones meta/constitucionales.
Desde la perspectiva constitucional, al presidente se le dota realmente de todas las facultades legales: es Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, representante del poder de la federación, titular de la administración pública y responsable de la política exterior, entre muchas otras funciones. Ahora bien, las atribuciones meta/constitucionales convierten al presidente en jefe indiscutible del PRI, en factótum de las demás fuerzas políticas y en líder y guía moral de los gobernadores.
De mantenerse esta inercia y dinámica, entonces también se constituirá en el principio regulador, no formal, que conduzca y resuelva – con todo el cuidado de las formas-, el proceso de sucesión en Zacatecas en el 2016, mismo que será legitimado, en su etapa final, con el voto mayoritario de los ciudadanos.
Quien piense lo contrario, se estará flagelando y auto-engañando, porque eso no pasó ni siquiera en el etapa del debilitado presidencialismo acotado que encabezó Vicente Fox o Felipe Calderón. Con Peña Nieto tampoco sucederá. Amalia García fue la última que vivió en la entidad, en el 2010, desenlaces adversos resultado de la obsesión por imponer candidato. ¿Qué escenarios políticos enfrentará ahora el pueblo zacatecano? ¿Cuál será la historia a contar? El tiempo lo dirá.
DESARROLLO Y SUCESIÓN:
En esta etapa de reconfiguración de los escenarios de la sucesión, los actores políticos locales –más allá de cualquier impostura o de actitudes de insolencia y soberbia-, tendrán que actuar con sensatez, madurez y prudencia política, porque lo que en verdad importa en estos momentos es atender los reclamos del desarrollo de Zacatecas.
Ese es el dilema: constituir una democracia de calidad, con equilibrios y contrapesos, pero además sin excesos. No es sólo jugar a la aventura, utilizando mezquinamente a Zacatecas.