Al conocerse la victoria de Donald Trump en EE UU, el Primer Mandatario del país declaró que, en vez de mirar eso como un riesgo para México, había que verlo como una gran oportunidad. Pienso que el planteamiento, visto así, en general, es totalmente correcto, y me recordó, por cierto, lo dicho por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, con motivo de las duras sanciones económicas impuestas a su país por EE UU y sus aliados europeos con motivo de los sucesos de Ucrania. Creo sin embargo que, tal como lo hizo el mandatario ruso, debemos avanzar del planteamiento general a detallar los pasos concretos que consideremos indispensables para convertir la posibilidad en realidad contante y sonante. Por eso, aprovecho hoy mi discurso ante más de 30 mil ciudadanos de Texcoco, reunidos el día 13 de noviembre del año en curso para celebrar 24 años de lucha antorchista en ese importante municipio mexiquense, para ampliar y precisar algunas de las propuestas que allí me permití formular en relación con el problema antedicho.
1).- En primer lugar, y partiendo de que uno de los puntos más vulnerables de nuestra relación con EE UU es nuestra gran dependencia comercial respecto a ellos, dependencia que se refleja en que más del 80% del total de nuestras exportaciones van hacia aquel país, pienso que, en caso de materializarse la imposición de un nuevo TLC totalmente inequitativo para México (o su cancelación definitiva), junto con un elevado arancel a nuestros productos para encarecerlos en el mercado norteamericano, nuestra defensa legítima no puede ser otra que volver de inmediato los ojos hacia nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños, de los cuales nos hemos alejado ostensiblemente a cambio de una estrecha relación con el Norte, ése que hoy se dispone a darnos la espalda, con el propósito de hallar un mercado seguro para nuestras exportaciones. Para tener éxito en esto, será necesario modificar sensiblemente la estructura actual de nuestra producción y adaptarla a las necesidades del mercado latinoamericano, al mismo tiempo que deberemos sumarnos, con toda lealtad y energía, a sus esfuerzos por construir una gran zona de integración económica y de libre comercio, sea el MERCOSUR o una versión mejorada y actualizada del mismo para que, entre todos, logremos el peso económico y político que nos permita abrirnos un espacio propio en la compleja geopolítica actual.
2).- Tendremos que trabajar por un acuerdo con todos los grandes capitales industriales y financieros instalados en el país, sean nacionales, extranjeros o mixtos, precisamente para pactar la reconversión y modernización de nuestro aparato productivo según lo exija el mercado latinoamericano y caribeño. Pero no solo para eso, pues hará falta también, a mi juicio, reactivar nuestro mercado interno (sobre todo si Trump cumple su amenaza de expulsar a dos o tres millones de indocumentados que vendrán a demandar empleo y todo tipo de satisfactores), para lo cual tendremos que fabricar suficientes productos y servicios de consumo masivo, generar los empleos necesarios apoyando a las micro, pequeñas y medianas empresas ya existentes y creando otras nuevas, y elevar la capacidad de compra de la población mediante una mejora sustancial de los salarios. Para todo esto hará falta, indudablemente, el pleno acuerdo entre todos los factores decisivos de la economía.
3).- Tendremos que llevar a cabo un verdadero plan de explotación racional, científica y económicamente viable de nuestros recursos agrícolas, forestales y ganaderos, con el propósito de levantar nuestra alicaída producción agropecuaria. Se trata no solo de alcanzar la tan sobada y manoseada “autosuficiencia alimentaria”, sino de convertirnos en exportadores de todo aquello para cuya producción contemos con reales ventajas comparativas de suelo, clima y experiencia productiva. Tendrán que ponerse a trabajar, pues, la SAGARPA, todos los agrónomos del país y todas las Universidades agrícolas y escuelas de agricultura que hay en el territorio nacional en la elaboración de un mapa completo y detallado de los suelos susceptibles de explotación económica, señalando puntualmente su localización, superficie y vocación productiva, así como todo otro tipo de recursos aprovechables. Junto con esto, habrá también que racionalizar y eficientar la actividad pesquera del país, impulsar la acuacultura y crear una verdadera, moderna y suficiente flota pesquera para aprovechar los miles de kilómetros de costas de que disponemos.
4).- Deberemos capacitarnos a toda velocidad para fabricar productos con alta tecnología, con alto valor agregado, si queremos conquistar algún día los mercados europeos y de otras potencias económicas distintas a los EE UU. Para esto es necesario empezar por reconocer que, también aquí, nuestra dependencia respecto a EE UU es casi absoluta; que nuestros mejores científicos y Universidades, privados de infraestructura adecuada y del dinero suficiente para una investigación propia y creativa, están obligados a ser simples “adaptadores” de la tecnología extranjera (siempre atrasada por obvia conveniencia de quienes nos la venden y que pagamos, además, a precio de oro) para que pueda funcionar en el aparato productivo nacional. Es necesario reconocer, además, todo el atraso y todo el pesado lastre de concepción, organización, infraestructura y capacitación del personal docente que arrastra desde siempre la educación nacional, y decidirnos a romper de una vez por todas con todo eso, haciendo a un lado resueltamente politiquerías electorales, intereses gremiales y compromisos inconfesos con los poderes fácticos que ya ahora influyen poderosamente en el sistema educativo pero que aspiran a su control absoluto. Deberemos formar investigadores, inventores fecundos, sabios humanistas y en ciencias naturales, pero todos ellos con la mente puesta en la independencia, la soberanía y el libre desarrollo de la riqueza nacional en beneficio de todos.
5).- La transformación científica del país, a pesar de los grandes recursos y el tiempo que requieren, será inevitable si el proteccionismo de Trump se hace realidad, pues ello creará la necesidad de tratar de abrirnos mercado en Europa, en Japón en Australia, y sobre todo en Rusia, China, y todo el bloque de los BRICS, un mercado gigantesco cuya llave de entrada son las mercancías y productos con un alto valor agregado. Acceder a esos mercados, ricos pero con una feroz competencia interna, tal vez esté fuera del alcance de toda nación latinoamericana que lo intente ella sola; pero con toda seguridad no ocurrirá lo mismo si lo hace como parte de un poderoso bloque económico como el MERCOSUR. De ahí que lo primero que deberemos hacer, como ya queda dicho, es voltear la mirada hacia nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños.
6).- Por último, el neo proteccionismo de Trump no es de ningún modo una renuncia a las ambiciones imperialistas de su país. La necesidad de exportar mercancías, servicios y capitales sobrantes al resto del mundo, y de asegurarse la energía, las materias primas (incluidos ciertos alimentos) y las principales vías de comunicación para garantizar el funcionamiento de su economía, no desaparecerá solo por desechar los tratados de libre comercio en favor de una política proteccionista. Ellos tratarán de lograr ambas cosas a la vez. Pero ser proteccionista y al mismo tiempo adueñarse de las riquezas de otras naciones, solo puede lograrse mediante el uso de la fuerza. Así, la era Trump no augura paz y respeto a la soberanía e independencia de las naciones débiles, sino más bien el retorno al colonialismo, a las invasiones con cualquier pretexto y a los golpes de Estado para instalar gobiernos títeres. Ante tan sombrío panorama, parece obvio que necesitamos levantar a nuestro ejército a la altura del de cualquier nación amenazada pero resuelta a defender su independencia y soberanía al precio que sea. Urge retirar a nuestras tropas de las calles, que las degradan y contaminan, y someterlas a una enérgica política para elevar su moral, su patriotismo, su capacidad ofensiva y defensiva. Urge mejorar sensiblemente el bienestar de todo el ejército, pero sobre todo el de la tropa, con mejores salarios y prestaciones. Tal vez haga falta elevar su número; pero lo que no ofrece dudas es la conveniencia de dotarlo del mejor armamento de que el país sea capaz en este momento y, por encima de todo, de cambiar de proveedor. Defendernos con armas compradas a nuestros previsibles agresores es, simple y sencillamente, un contrasentido, un absurdo.
En resumen, pues, ¿es Trump una oportunidad, como dijo el Presidente? Creo que sí. Creo que puede ser la gran oportunidad de romper de una vez por todas con las cadenas que nos han mantenido atados y esclavizados a los poderosos vecinos del Norte y para conquistar, por primera vez desde que nos libramos del dominio español, una verdadera independencia, grandeza y soberanía nacionales. Para ello, solo necesitamos manejar con destreza, inteligencia y flexibilidad el arma más poderosa de que disponemos que es nuestra inmejorable ubicación estratégica. Debemos prepararnos para colocar al Imperio ante una disyuntiva que realmente lo sacuda: o respeta todos nuestros derechos sociales, políticos y económicos, o pierde para siempre a su mejor aliado estratégico. Nada más, pero nada menos.