Preponderantes vs Preponderantes

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logo_mini2dzacPor: Manuel Narváez Narváez

Email: mnarvaez2008@hotmail.com

Twitter: manuelnarvaez65

Sin demérito de las funestas consecuencias que subyacen a las incongruencias de las administraciones públicas federales que han dejado su marca, ya sea por su slogan de gobierno o por el sello personal que le ha impreso determinado titular del ejecutivo federal; muchos de esos sexenios archivan graves paradojas que los analistas e historiadores reseñan con jocosidad y/o resignación.

Sin pretensión de ser uno u otro, tengo reminiscencias de algunos hechos que han marcado la tragicomedia mexicana y construyo mis propias evaluaciones al respecto. Esto viene a colación a propósito de la aprobación de la Ley de Telecomunicaciones en el senado de la república, la cámara alta, para no quitarle ni un ápice de “grandeza” senatorial romana, de la que se sienten descendientes los senadores aztecas.

Para no cansarlos, haré un rapidísimo recorrido por los hechos que marcaron a los presidentes de los últimos 80 años. A Lázaro Cárdenas se le recuerda como el presidente que expropió el petróleo a las compañías extranjeras que eran las verdaderas ganonas; Manuel Ávila Camacho el último presidente que perteneció a las fuerzas armadas, era general; Miguel Alemán Valdéz, el impulsor de la Bahía de Acapulco; Adolfo Ruíz Cortines, promotor de infraestructura hospitalaria, educativa y de los derechos de los trabajadores; Adolfo López Mateos, quizás el único presidente mexicano al que se le reconoce honestidad y sencillez; Gustavo Díaz Ordaz, nadie olvida el 2 de octubre del 68, la matanza de estudiantes de Tlatelolco; Luis Echeverría Álvarez, referenciado como el “Halcón” mayor, por el asesinato de más estudiantes en 1971, y agente de la CIA; José López Portillo y Pacheco, el perro que defendió el peso y padre de las devaluaciones; Miguel de la Madrid Hurtado, el presidente de la renovación moral, y abuelo del fraude patriótico en Chihuahua 86; Carlos Salinas de Gortari, el sexenio de los magnicidios; Ernesto Zedillo Ponce de León, el error de diciembre que dejó sin jale, sin hogar y en la ruina a millones de mexicanos; Vicente Fox Quezada, de la sustentabilidad y el cambio perdido; Felipe Calderón Hinojosa, de ser el candidato del empleo paso a ser un presidente sangriento; y, Enrique Peña Nieto, apenas escribiendo su historia, pero ya se siente el gran reformista, el de las políticas transversales y el que captura criminales VIP sin disparar un solo tiro.

Quise hacer estas referencias, tal vez simplistas, pero que en el sentir del vulgo, al menos de los que todavía tienen memoria y que aún forman parte del inventario y saldos que han heredado los gobernantes mexicanos en más de 8 décadas; con la finalidad de ilustrar las paradojas de la casta divina que ostenta el power mexa.

Los que han seguido el tema de cerca saben que existe un organismo, otra estructura costosa del sistema político mexicano, que regula las actividades de las telecomunicaciones. Cuida, entre otras atribuciones de su menú fresón, que no haya “PREPONDERANCIA” entre entidades privadas que operan en el territorio nacional. En otras palabras, idealistamente sería el árbitro que impediría que existan monopolios en México, pero como el eufemismo ya está establecido en el lenguaje y discurso de la plana mayor que controla y se reparte, en tajadas proporcionales, el presupuesto de egresos, para que no se escuche claro, ni conciso ni preciso, le llaman preponderancia.

Resulta que el enardecido debate por la discusión del dictamen de la Ley de Telecomunicaciones, la que frenará los abusos de Televisa y Telmex, desde la óptica de los legisladores senatoriales del PRI, PVEM y la mayoría de los senadores panistas; la que violenta preceptos constitucionales y descobija derechos fundamentales de los mexicanos, según el PRD, el PT y unos cuantos senadores del PAN; sirvió de tribuna para sendas piezas oratorias de senadores que ya tienen callo en esas lides, ya que han monopolizado, perdón, son preponderantes de los escaños y curules plurinominales.

Este selecto grupo de senadores, que en otras ocasiones han sido diputados federales, locales, asambleístas, delegados en el D. F. y de vuelta senadores, se han opuesto a casi todas las “reformas de gran calado” presentadas por la administración peñista, exhibiendo a mi juicio, incongruencia porque fuera de la tribuna legislativa y  de los reflectores mediáticos, solapan todo tipo de sometimiento de la ética política, refunden en el fondo del escusado la democracia interna y hasta coparticipan en delitos graves.

De ninguna manera trato de minimizar la razón que pudiese asistirles en la defensa de sus convicciones con relación al tema de las telecomunicaciones, lo que sí quiero es poner en relieve las inconsistencias entre lo que con tanto ardor defienden en la tribuna y el silencio o la nula acción para otros temas de igual o mayor relevancia para sus “representados”.

A mí en lo particular me asombra el cinismo y la desfachatez con la que senadores como Alejandro Encinas, Alejandra Barrales, Dolores Padierna, Manuel Bartlet y hasta Javier Corral, atizan con pasión desmedida contra la preponderancia de Televisa y Telmex, sin embargo, callan cuando hay que legislar en contra de la preponderancia de las senadurías y  diputaciones federales plurinominales, ésas que se obtienen en las mesas de negociones partidistas internas. José González Morfin, aunque votó a favor, también es un preponderante de las plurinominales.

Por supuesto que me preocupa y aterra que los monopolios de Ázcarraga y Slim sigan creciendo, que los contenidos en televisión sigan idiotizando al pueblo y la Secretaría de Gobernación escudriñe en mis archivos personales, pero no son los únicos preponderantes.

No hay que obsesionarse con las telecomunicaciones, que reconozco no es pecata minuta, pero igual de peligrosos y dañinos son los monopolios en las dirigencias partidistas, en los sindicatos, en los ferrocarriles, en los cines, en las rutas aéreas más rentables, en las resoluciones de la CNBV, en el estúpido librito azul de las aseguradoras, en el transporte público, en el servicio de agua, en la CFE, en PEMEX y en otros tantos, muchos más, que nos rompen la madre al igual que Televisa y Telmex- Telcel.

Ya quisiera ver esas mismas agallas mostradas en contra de la Telcos, para atreverse a presentar en bloque iniciativa de Ley que termine con los monumentales salarios, prebendas y privilegios de los tres poderes de la Unión y en los tres órdenes de gobierno, en las universidades públicas y en los elefantes blancos conocidos como autónomos (CNDH, INE, TEPJF, IFAI, etc).

No saben cuánto gusto me daría que fueran congruentes y cerraran el paso a la prostitución y preponderancia de las candidaturas plurinominales. Es imperativo, como la defensa a ultranza de sus ideas en la de telecomunicaciones, que se pronuncien y legislen para restringir esos regalos legislativos a un par de ocasiones, federal o estatal, a los parientes consanguíneos o políticos hasta el cuarto grado.

En lo particular no me beneficio de la aprobación de la Ley de Telecomunicaciones, porque es raro que vea algún programa de la televisión abierta mexicana, tampoco uso mucho el celular y soy consciente de los contenidos de mis editoriales y actividades profesionales. Mucho menos he recibido regalías por la venta del petróleo y no creo que eso vaya a suceder con la aprobación de la reforma energética; en lo que sí creo todavía es que los preponderantes de las plurinominales y de la verdad absoluta tengan un poco de vergüenza y se animen a restablecer la ética política.

Es cuanto señoras y señores senadores.

 

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