PREY

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Por: Sergio Bustamante.

Tras el exitoso debut (tanto de crítica como público) que representó 10 Cloverfield Lane, Dan Trachtenberg, director, se refugió en la dirección de episodios para series como The Boys y Black Mirror, lo cual quizás no parecía ser el siguiente paso en comparación con otros cineastas de su generación tras un exitoso primer largometraje. Sin embargo, en el hollywood de hoy donde ni siquiera el apellido Scorsese garantiza financiamiento, la televisión es un terreno prolífico para ejercitar el oficio.

Y vaya si estos cinco años de ausencia beneficiaron a Trachtenberg, pues su segundo feature comprueba que el talento desplegado en Cloverfield no fue ninguna casualidad y mejor aún, refuerza su mano autoral abordando una de las sagas más apagadas del sci fi, como lo es la del Depredador.

Si bien la secuela de 1990 dirigida por Stephen Hopkins resultaba peculiar con un tratamiento neo-noir ubicado en un Los Angeles grasoso donde Danny Glover hace casi una reinterpretación del teniente Roger Murtaugh (Lethal Weapon), lo cierto es que los siguientes intentos, incluidos los spin off donde el cazador alienígena se enfrenta nada menos que al otro ente implacable del cine extraterrestre que es el Xenomorfo (Alien), fueron una serie de petardos que, aunque tienen un fandom considerable, comercialmente hundieron la figura del Depredador a niveles de serie B.

La consecuente desconfianza que vino con el anuncio de una nueva entrega, precuela en este caso, auspiciada por Disney vía Hulu, fue diluyéndose al conocer que Dan Trachtenberg estaba a cargo del proyecto; y segundo, con un trailer muy atractivo. Hoy que la cinta ya está disponible en streaming comprobamos que afortunadamente no se quedó en pura promesa.

Ubicada en la nación Comanche de hace 300 años (1719), la historia comienza con la convivencia dentro de un asentamiento cuyas dinámicas se dividen claramente entre los hombres cazadores y las mujeres curanderas o de tareas domésticas.

La excepción a la regla lleva por nombre Naru (Amber Midthunder), una habilidosa guerrera que sale de caza y busca pertenencia dentro del círculo de machos alfa a pesar de la desaprobación general de la tribu.

Más allá de un eficaz storytelling, lo primero que llama la atención de Prey es el contraste entre la sencillez de su puesta en escena y lo riguroso de su retrato indígena, el cual no se queda únicamente ambientación, sino que aborda costumbres y representación pues el reparto casi en su totalidad se compone de actores nativos y la cinta tiene la opción de ser vista tanto en idioma inglés como en lenguaje comanche. Dicho rigor no es menor tomando en cuenta que ni siquiera se contempló estrenarla en cines.

Así pues lo que de inicio es una aventura de Naru y su perrito fiel en busca de identidad y su lugar en el mundo, da un giro cuando un miembro de la comunidad es atacado por un león y se extravía en las montañas. A la cuadrilla de guerreros que salen en su búsqueda se les une Naru con el permiso de Taabe (Dakota Beavers), su hermano.

Taabe le permite unirse no solo porque ella es mejor rastreadora que todos, sino porque de alguna forma cree que es tiempo de que enfrente una prueba real para saber si en verdad puede convertirse en cazadora.

La oportunidad se presenta justo en forma de un ritual que la enfrentará al consabido león, pero Naru se distrae por unas extrañas luces en la lejanía y falla.

Ante los ojos de la tribu no ha pasado la prueba pero eso ya poco lo importa, pues su capacidad de observación y ciertas pistas que notó en el camino le dicen que hay un peligro mayor que acecha a la comunidad y no es precisamente un animal salvaje.

En conversación directa con la primera cinta de 1987 (John McTiernan), en la cual el grupo soldados elite encabezado por Arnold Schwarzenegger creen estar enfrentándose a una guerrilla sanguinaria de la selva hasta que descubren que en realidad es “algo más”, los guerreros comanche han atraído la atención de un cazador alienígena que ha estado escalando sanguinariamente la cadena alimenticia sin que nadie (o casi) lo noté hasta que sea tiempo de atacarlos.

Con acaso el mejor desarrollo de personajes de toda la saga, Trachtenberg emplea cada minuto en establecer cómo es la vida de esta tribu comanche, sus rutinas y sobre todo la historia personal de Naru en este contexto. El resultado de mostrarnos a detalle esa cosmogonía es por demás beneficioso pues exalta el peligro que representa un súper cazador alienígena no únicamente como amenaza a su estilo de vida, sino su existencia por completo.

Y es en ese sentido que la introducción de Naru como la única guerrera con la capacidad mental y física de hacerle frente al Depredador provoca que la película despegué como un emocionante juego del gato y el ratón.

Si bien, a final de cuentas, tiene que adherirse en alguna medida al canon de la saga, llegados a este punto el guión de Trachtenberg y Patrick Aison ya ha elaborado lo suficiente para que la historia se perciba más como un survival y no tanto como ciencia ficción.

Mucho ayuda, como se mencionó, la ambientación así como la asesoría de Jhane Myers, productora, quien como comanche nativa ha puesto su conocimiento a la orden de varias en producciones de cine a la hora de hacer un retrato correcto de la cultura indígena. Por otro lado, el ojo de Trachtenberg y su buen sentido del espacio le dan lucimiento tanto a sus protagonistas como al Depredador así sean secuencias nocturnas. Si hay algún “pero” es que ciertos CGI de los animales se ven demasiado artificiales, pero podemos decir que compensa con la caracterización artesanal y el trabajo de Dane DiLiegro, el actor que vistió el disfraz en esta ocasión.

En otras palabras, Prey erige una identidad sólida y eso es un logro porque a diferencia de otros filmes secuela/pre/reboot que de tanto innovar rompen voluntaria o involuntariamente con su mitología, Prey suma desde su original trinchera a dicho universo.

Y lo hace con una mayor cantidad de acción, gore, secuencias de acción y emoción que sus sobreproducidas versiones de años recientes; y también con la protagonista más carismática de la saga desde Arnold. Amber Midthunder es toda una revelación y una tremenda presencia en pantalla, y la cámara vaya que le saca provecho a ella y a la química que logra con Dakota Beavers.

En tiempos de películas empeñadas en replicar la fórmula kinética a la John Wick, lo de Prey con sus silencios, guiños western y un suspenso acrecentado a buenas dosis, es una propuesta por demás refrescante en el panorama. Que le dé nueva vida a la franquicia y tenga adecuada representación es ya un lujo digno de celebrarse.

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