Por Gabriel Contreras Velázquez
¿Cómo está entendiendo el PRI el resultado de la elección 2018? ¿Cuáles son las premisas que construirán al nuevo partido? ¿Qué perfiles, en congruencia, se encargarán de materializar una oposición inteligente pero minoritaria? ¿Será una mutación o simplemente un cambio de antifaz?
Preguntas semejantes deben (o deberían) estar recorriendo los pasillos del tricolor. Y si sus militantes y representantes ya tienen una idea, ésta debería acercarse a la opinión que los mexicanos tienen al respecto de su futuro. De lo contrario, algo va mal en su diagnóstico.
¿Cómo saberlo? Podrían comenzar por consultar los resultados de la encuesta “El PRI después de la elección” que distribuyó este fin de semana Consulta Mitofsky en su portal de internet.
Los datos se blanden en dos grandes tendencias: 34.8% de los encuestados aseguraron que el partido desaparecería “a partir de ahora”, mientras que el 44.6% opinó que la institución se recuperaría en un tiempo. El restante 20.6% o no supo (indefinido temporalmente) o prefirió no contestar a la pregunta.
La cifra de quienes visualizan el declive definitivo del PRI no es menor. No obstante, todavía aventaja por diez puntos el sentir público de que el partido acudiría a un proceso de recomposición entre sus filas, como hacia afuera.
Hasta ahí el escenario pareciera otorgarle algo de gracia al gran perdedor de la elección. Es en el matiz de ese 44.6% de los mexicanos que dicen que el partido se recuperará, que la realidad se ensombrece un poco más.
Al cruce de cifras el panorama pinta menos halagüeño, ya que si bien el segmento de mexicanos que esperarían la recuperación del partido, ésta solo tendría validez y legitimidad cuando el PRI se allegue de cuadros distintos a los ya conocidos. ¿Congelar a los priistas que han acumulado un pasado cuestionable?
Esto debido a que del grueso de personas encuestadas, el 69.9% sostuvo que era necesario “Buscar nuevos miembros con ideas frescas”, contra un lejano 17.2% que optó por “Utilizar la experiencia de sus políticos”. Aquí la gente se mostró menos indecisa, apenas 12.9% no supo o no contestó.
La noticia no es del todo mala cuando se compara con la expectativa de los priistas encuestados, quienes en su mayoría (71.3%) opinaron también que el partido debería recomponerse con nuevos perfiles e ideas, contra la minoría (21.9%) que aseguró era necesaria la intervención de personajes contrarios a la renovación. En la mínima, solo 6.8% de los priistas consultados no supo qué contestar a la pregunta.
En términos simples: o el partido da señales de haber asumido la paliza electoral que la ciudadanía les propinó en las urnas por el hartazgo, o el PRI se perfila en algunos años como un partido en retiro del sistema político mexicano. Claro, si es que deciden tomar en cuenta la percepción pública.
Al respecto de si el PRI debe cambiar su nombre y emblema, o conservar ambos, el 40% de los ciudadanos aseguró que podrían mantener su imagen, no así el 43.8% de quienes afirmaron que serán necesarios, en esta recomposición, distintos símbolos.
Una vez más los priistas consultados en la misma encuesta apreciaron el tema de forma similar a la ciudadanía. De entre ellos, el 47.3% iría por el cambio de nombre e imagen, en oposición al 43.6% de los que preferirían conservar esos símbolos -aun y cuando en la campaña presidencial se vieron obligados a proponer nuevos emblemas para no cargar con el viejo escudo priista.
La medición de Mitofsky es al menos un referente en este proceso de reconfiguración del Revolucionario Institucional, a nivel nacional como en los estados. Marca un punto de partida que podría ser contrastado más adelante por el comportamiento que manifieste el partido a la ciudadanía en estos momentos de redefinición.
Más que un subterfugio para los actores políticos derrotados o excluidos, el PRI ahora estaría obligado a mostrar congruencia con el sentir de los votantes si es que quiere seguir al ritmo de la aprobación pública, o perecer.
Vive un periodo de adaptación que, de ensayarlo como mera simulación y reacomodo, pondrá en jaque la viabilidad del instituto político alegórico del sistema político mexicano. Ese de donde los otros partidos también abrevaron y se erigieron en alternativas por escisión, no por proyectos políticos.
En Zacatecas Alejandro Tello Cristerna parece leer de manera semejante el panorama que ilustran los datos de Mitofsky. En distintas ocasiones ha advertido que quien no comprenda que el PRI ha entrado en fase adaptativa, no va a entender la lucha de su instituto político por el futuro inmediato. Le llama “la lección de la gente”.
Su contraparte (candidatos perdedores y priistas resentidos) continúan valorando la elección como una traición del gobierno a sus aspiraciones. Prefieren al PRI de Miguel Alejandro Alonso Reyes, que solo con dinero “arrasaba” en las urnas. Ese PRI que hoy se juega el pellejo.
#Casualidades: Andrés Manuel López Obrador, líder indiscutible e incuestionable de Morena, ha inaugurado los foros de consulta ciudadana hacia la pretendida pacificación del país. A nivel local su partido no hace eco de la convocatoria, ni asumen todavía su papel de autoridades.
La paradoja: el homicidio de la niña San Juana. Evidentemente no sobraron las posturas políticas, pero ninguno de los nuevos representantes populares del partido brindó ni propuestas, ni diagnósticos ante la emergencia social.
Justo su tarea era explicar el lamentable suceso a través de los filtros hacia la supuesta pacificación, pero los morenos viven desde ahora con el 2021 en la cabeza. Nos quedamos con la duda de qué harían como alternativa política en crisis sociales como el homicidio de la pequeña.
¿Qué se discute en los foros? Temas relacionados con los feminicidios que usan como móvil político: víctimas, garantías de no repetición y mecanismos de reparación; seguridad y justicia; prevención, cohesión comunitaria y reconstrucción nacional; construcción de paz; dinámicas fronterizas y migración.
Suponemos que en algún momento pasarán de los discursos y las reyertas a los proyectos… ¿no?
Twitter: @GabrielConV