Pulp: Una Película sobre la vida, la muerte y los supermercados

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cine.jpgPor: Sergio Bustamante.

 

En un artículo para Indiewire, Bryn Pryor, prolífico director de la industria porno y que este año hace su debut en el cine documental con X-Rated: The Greatest Adult Movies of All-Time (2015), menciona las vicisitudes del cambio de formato, los prejuicios y la dificultad de hacer un documental sobre el campo en el que se ha desarrollado sin que el estereotipo no predomine.

Entre sus observaciones, una de las más interesantes es sin duda la que dice que “hacer un documental es como armar un rompecabezas sin saber cómo es que éste se tiene que ver”. Es decir, filmar un montón de escenas y entrevistas sin una estructura clara.

Si bien documentalistas como Michael Moore o Morgan Spurlock son prueba de que ese ejercicio de improvisación no es una regla general, también es cierto que un documental con su cuota de espontaneidad puede arrojar un tratamiento que no se tenía contemplado.

Esto viene a colación por el extraño y, sin embargo, cautivador documental sobre la banda británica Pulp.

Revisando la historia de Pulp y sus integrantes, uno se encuentra con capítulos y anécdotas que harían las delicias de un biógrafo o escritor fantasma. Desde la lucha por sobresalir de un conjunto de chicos de clase media en la más gris de las ciudades, a los pasajes oscuros de crisis y fama renegada. Así como el documental, por poner un paralelo cercano, de Blur: No Distance Left to Run (2010), se centraba en la relación odio-amor de Damon Albarn y Graham Coxon junto con su posterior reconciliación y encuentro para una gira, el de Pulp pudo haber relatado un drama centrado en la figura de su carismático líder, Jarvis Cocker.

Sin embargo, Pulp: Una Película sobre la vida, la muerte y los supermercados, toma un rumbo por demás inédito con resultados muy interesantes y satisfactorios. A partir de una serie de piezas inconexas (que en realidad no lo son) similares a las que describía Pryor en su texto para Indiewire, Florian Habicht, (director neozelandés quien al lado de Cocker es el autor de esta idea) retrata la vida actual y, en menor medida, pasada de una ciudad donde Pulp, contradictoriamente, tiene el estatus de las estrellas que son pero sin perder también su condición de, antes que nada, ciudadanos de Sheffield; gente de a pie que toma el transporte público, entrena equipos infantiles de futbol y va al supermercado. Cabe preguntarse hasta aquí si este documental es entonces en realidad sobre una banda y su legado. Y lo es, pero también va sobre la conexión de la música de Pulp con personajes particulares de Sheffield (y de otros lados) al tiempo que ubica a la banda no como estrellas de rock y gente común.

De ahí la importancia de que el filme inicia con el último concierto de la gira de Pulp en dicha ciudad. Tocando frente a muchos conocidos y vecinos ese himno titulado precisamente “Common People”. Esta celebración es cortada a la mitad para de inmediato presentarnos al tipo sobre el escenario, al que todos adoran y ven, y lo hace nada menos que cambiando una llanta ponchada. Sueño o realidad (el director le pregunta a Jarvis qué soñó la noche anterior y éste responde “soñé que cambiaba una llanta”), la importancia de quitarle ese estatus que tenía sobre el escenario apenas unos minutos atrás es para de ahí cortar a la vida de los otros miembros, quienes entre una vida hogareña, equipos de futbol infantil, paseos en bicicleta o visitas a las tiendas locales, tampoco están lejos de ser esas “personas comunes” que el documental retratará en toda su duración.

Habicht, director, dedica mucho de su tiempo a realizar una composición social que de una u otra forma conoce o ha escuchado a Pulp, desde los “hardcore fans” que se forman temprano para estar frente al escenario ese último concierto, hasta gente de la tercera edad pasando por dos pequeños que aún ni nacían cuando la banda estaba en la cima de su éxito. Todos estos matices sumados a entrevistas individuales de la banda e incluso de su invitado especial, Richard Hawley, forman el rompecabezas que es Sheffield. Y lo interesante viene con que este retrato es de la ciudad que Pulp ha descrito y la que Jarvis vivió. No en su aspecto, finalmente todo se moderniza, sino en cuanto a la forma de relacionarse, de ver la vida… de crecer. Por eso, aunque parece innecesario, la entrevista con los niños que no conocen a Pulp pero cuya opinión de la música importa porque en cuanto a condición sí que pertenecen a lo que Jarvis ha descrito en sus canciones.

Hasta este punto, sería fácil hacer una relación cercana de las súper estrellas del rock con su gente, sin embargo, el documental no busca crear esa conexión en la que alguno de los entrevistados los baje y diga que son personas “buena onda” o que ha convivido con ellos porque son vecinos, sino hacer que todos estos individuos encuentren ese punto en común por medio de la música. El director constantemente hace preguntas sobre una determinada canción, sobre las sensaciones que les produce, sobre porqué a alguien viejo le gusta el grupo, qué encuentra en su música, etc. Las respuestas a todo ello son fascinantes porque precisamente hablan de una conexión que Cocker creó casi involuntariamente.

Es decir, el filme une a la banda con el público, en momentos buenos y malos, (como por ejemplo un chico que se regresó de Londres por una crisis de identidad al tiempo que Jarvis y compañía hablan de cómo deseaban salir de la zona pop con This is Hardcore), pero lo hace por medio de la música y sus respectivas vidas (para nada iguales) en Sheffield y hasta fuera de ella, (hay fans que fueron a ese concierto desde Estados Unidos o Alemania, por ejemplo) y con ello ubica ipso facto la influencia de Pulp en todos ellos así como la retro alimentación que inspiró vidas, en el caso de algunos, y letras de canciones, en el caso de Pulp.

Nadie busca o desea ver de cerca ese punto al que todos vamos inevitablemente, dice Jarvis respecto a la muerte. La vida es sólo una y hay que disfrutarla, no amargarse por nada, dice una señora de Sheffield. Súbitamente todo tiene sentido, y esa ciudad tan gris resulta hermosa. Y si la noche incluye un concierto de Pulp, mejor aún.

“Funny how it all falls away”…

 

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