RECUPERAR EL CARNAVAL

Share on FacebookTweet about this on TwitterShare on Google+Pin on PinterestShare on TumblrShare on LinkedInEmail this to someone

wpid-logo-direcciones-195x110.jpgPor Francisco González Romo

El día 21 de marzo, a las tres de la tarde, fue inaugurado el Primer Festival de la Indignación (después escuché Festival de la Dignidad), que se llevará a cabo hasta el día sábado (de Gloria) en el Mercado González Ortega.

La iniciativa surge de la combatida necedad de autoridades de concesionar el espacio a la Cervecera Modelo, por un lado y, por el otro, de un grupo de personas cada vez más nutrido, homogéneo y convencido de la necesidad de comenzar a re-vivir los espacios comunes como propios.

Es decir, de todas  aquellas personas a las que no nos convence la participación de la Cervecera Modelo en la remodelación y reocupación de ese espacio, y que optamos por demostrar que podemos tomarlo y vivirlo y que, incluso, podemos crear proyectos de renovación del mismo; podemos reinventar su vivencia.

Me parecieron maravillosos los hechos de que el Festival de la Dignidad coincide con la contrastante “celebración” de la oficialista 30’va Semana Cultural y casi con otro evento cada vez más lejano de las personas; El Carnaval, que rechaza la oficialidad y el despilfarro que representa la Semana Cultural.

Carnaval, Carnestolendas, La Fiesta de Don Carnal; varía su comienzo cada año; en el concilio de Nicea se fijó un momento para la Pascua de Resurrección: Se acordó celebrarla el primer domingo, después de la primera luna llena a partir del 21 de marzo.

De esa fecha se restan siete días de semana santa y cuarenta días de cuaresma, fijándose entonces el Miércoles de Ceniza; los tres días previos son los de Carnaval. La fiesta de Don Carnal tenía como objeto dar rienda suelta al juego, a la libertad, antes de entrar a la guarda de las “buenas costumbres” durante la cuaresma.

Pero el Carnaval no responde a la cristiandad, sino a una concepción del tiempo ajustada a la cosecha que ha regido la vida de muchos hombres y muchas mujeres; “El Calendario cristiano -dice Alberto Ramos Santana en El carnaval secuestrado-, es una adaptación consciente del calendario pagano regido por los ciclos lunares de cuarenta días.”

Según esta percepción, el hecho de que en el Mercado González Ortega hayamos comenzado a Festejar la Dignidad, tiene mayor relevancia de la que puede a simple vista esperarse.

La historia del Carnaval –continúa Alberto-, es la de una lucha por la libertad, de una lucha por la supervivencia.

“Repasar las disposiciones emanadas desde el poder –secular o no- sobre el Carnaval, es leer una larga relación de prohibiciones o cortapisas que tratan de hacer desaparecer, o controlar –en última instancia- una manifestación popular que sólo se desarrolla en un marco de libertades públicas. Cuando el poder sociopolítico comprende la imposibilidad de terminar definitivamente con el Carnaval, tiende a controlarlo, a reglamentarlo. Y al mismo tiempo a ofrecer ‘alternativas’ de diversión que conduzcan al pueblo hacia unos lugares concretos para así supervisarlo.”

Es por esto que el Carnaval debe evitar hacer separación entre espectadores y actores y debe huir de ser reglamentado, porque, “Desde el momento en que todo se reglamenta, hasta la diversión, siguiendo criterios políticos o cencejiles, atendiendo a ideas de ‘orden social’ o ‘buen gusto’, etc., etc., el Carnaval no puede ser más que una mezquina diversión de casino pretencioso.”[1]

Así pues, la lucha que comenzó con una negativa al despojo del territorio por parte de una trasnacional, puede pasar de ser una lucha meramente reactiva a una totalmente activa, divertida, propositiva y verdaderamente liberadora. ¿Qué sucedería si nos atreviésemos a recuperar el Carnaval? ¿Qué si logramos ser cada día más personas las que festejásemos el mundo al revés y despreciásemos las “jerarquías sociales”, expresásemos las opiniones y oposiciones políticas, que normalmente, aunque se nos inunde el ambiente con discursos de pluralidad, no tienen posibilidad de manifestación legal? ¿Acaso no sería esto el hermoso principio de un cambio?

Aquí pues el llamado a que nos acompañes de tres a siete de la tarde en el Mercado González Ortega, donde comenzaremos a enseñarnos entre tod@s a convivir en solidaridad, en libertad y en una armoniosa fiesta que da la batalla a los oídos sordos, a la incomprensión, a la estupidez y hasta a la corrupción de “autoridades” municipales y estatales.

El llamado es: Aprendamos junt@s, de maneras creativas, a Resistir esta tormenta.

 

[1] Julio Caro Baroja, citado por Alberto Ramos.

Deja un comentario