RESEÑA, SI TÚ QUIERES, MORIRÉ

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por Marco A. Flores Zavala

Francisco García Salinas, presidente de la República

Si Santa Anna hubiese muerto, a tiempo

“Cuando leo acerca del rápido desarrollo de su país y de sus jefes de gobierno -Gómez Farías, Francisco García Salinas, José Joaquín Herrera y usted mismo [Lucas Alamán]-, no puedo sino admirar la capacidad que ha tenido el pueblo mexicano para elegirlos y hacerles cumplir el mandato que les dio… “

Si tú quieres, moriré es la novela del México que pudo ser, de Gerardo Laveaga. Es una narración inventada en su mayor parte; es una historia para provocar políticamente.

El autor, más dedicado a la construcción de modelos de procuración de justicia, es una persona “fascinada por la observación del poder político y el poder religioso” y también es escritor de otras novelas, publicadas en las últimas décadas del siglo pasado.

El argumento base es sencillo: María Inés, una mujer española es amada por dos hombres criollos. Uno, casado, es administrador de minas; el otro, soltero, es un diletante médico.

Ella elige al galeno, con quien escenifica diferentes e intrépidos actos sexuales. Pero no se casan, él optó por otra mujer. Ella entonces se va a Europa y luego contrae nupcias con un millonario inversionista internacional.

La marcha no indica abandono; es lo contrario: financia y apoya a través de redes discretas la inédita, ascendente y oportunista carrera política del doctor. El agente que le colabora es el hombre casado-viudo. Él debe guiar al médico.

El personaje casado se llama Francisco García Salinas; el médico es Valentín Gómez Farías. La mujer proviene de la ficción de Laveaga. Ella es la hada fortuna, ellos los juguetes del devenir en la provincia de Zacatecas-Aguascalientes.

Hay un cuarto actor: Lucas Alamán, un joven millonario minero de Guanajuato. Él es claro en lo moderno e ilustrado para su empresa y leal al régimen monárquico novohispano.

Su cosmopolitismo lo lleva a convivir con Alexander von Humboldt, con quien tuvo un affaire y no tendrá remordimiento por ello. Vivió el episodio como quien probó las cimas y simas del hombre romántico.

Sí, según la novela, Alamán fue gay.

Refiero, según la historia fictiva: el conservador político mexicano fue homosexual.

Las bifurcaciones. El México que pudo ser

Laveaga da cuenta del transcurrir de los criollos citados en el proceso independentista. De espectadores pasaron a actores en los congresos de Agustín de Iturbide. No se ignora que Gómez Farías es quien lo postula como emperador, luego propone su destitución.

El relato “hace repaso de los primeros años de México como país independiente, donde las ambiciones federalista y centralistas amenazan con desgarrarlo, pero ‘sobretodo’ se reflexiona acerca del sentido de la historia y la política, y de la facilidad con la que un ligero cambio en la dirección del viento, como enseña la teoría del caos, puede transformar la vida de una persona… O de una nación” [cuarta de forros, las cursivas son nuestras].

Inmersa la política en la lucha de facciones, el país escenifica un cambio.

La ficción nos indica el accidente y la bifurcación posible: la muerte, por accidente, del general Antonio López de Santa Anna, provoca que Gómez Farías sea el presidente sustituto constitucional y por ello no detenga la agenda liberal que proyectó con García Salinas en Zacatecas, cuando fueron gobernador y teniente gobernador.

Más todavía: el médico amnistía al empresario Alamán -entonces líder conservador y centralista en el país- y configura una alianza. Esta negociación anuló los conflictos, consolidó la ronda electoral de los líderes y facilitó para que el país se convirtiera en una potencia avasallante a Estados Unidos y Centroamérica.

En la novela, luego de Gómez Farías, fueron presidentes vía elecciones García Salinas y Alamán. En cambio, el ejército y el clero fueron controlados vía institucional.

En el contexto internacional, México fue una potencia que logró dividir a Estados Unidos. Lo hizo al vender Texas, pues ese estado se alió con los esclavistas. También colaboró en la construcción del “canal de Nicaragua”.

El inicio del éxito del Estado mexicano fue cuando se replicó la acción gubernamental de García Salinas en Zacatecas. Primero lo hizo el galeno Gómez Farías, luego los sucesores presidenciales.

La acción fue lo que ya se sabe: mantener la seguridad pública como instrumento legal para preservar la igualdad y libertad de los individuos; se incluye ilustrada y liberalmente a las mujeres; se gestiona el desarrollo económico vía el “concepto del desarrollo capitalista… que tenía más del proteccionismo que del liberalismo clásico. Crear riqueza es una cosa. Distribuirla es otra…” Otro instrumento fue la educación para la infancia, menesterosos, ejército y mujeres.

Memorias, historiografía y correspondencia

Si tú quieres, moriré es una novela histórica. Hay personajes del pasado, verdades, verosimilitudes, algo de ficción para los personajes e inventos sobre los actores y lo que pudo ocurrir.

Las fuentes en las que abreva el autor van desde la historiografía e historias de entonces y ahora; Laveaga refiere a los autores políticos clásicos, de Zavala a Alamán, de Andrés Lira a Josefina Zoraida Vázquez, de Mora a las Memorias de gobierno de García Salinas.

Laveaga hace acopio del “pudo ser”, ocurrió y el “hubiera” y con ello teje un relato provocador: siendo un gobierno modelo el de García Salinas y Gómez Farías en Zacatecas, porqué no fue posible que México trascendiera los escollos de la división, el enfrentamiento y las ambiciones de militares y políticos.

El autor provoca reflexión y reclama al presente: por qué valió más el egocentrismo y la facción con intereses de los dos líderes ideológicos (Valentín y Lucas) de la primera mitad del siglo XIX.

Otras fuentes e intertextualidades a las que concurre el autor de la novela son el cine (alude a Los hijos del hombre y Titanic) y los retratos de época.

Incluso coloca a Alamán en la galería presidencial, donde monologa: “Quizá sea curiosidad, quizá vanidad, lo cierto es que disfruto ver y volver a ver mi retrato en la galería de presidentes. Aquí aparezco al lado de Guadalupe Victoria, Manuel Gómez Pedraza y el desventurado Antonio López de Santa Anna…”

Describe a García Salinas como una obra del pintor Julio Galán y no como la escultura de la alameda zacatecana: “García Salinas, enfundado en un jorongo zacatecano, lee un libro, rodeado de niños que lo escuchan boquiabiertos. Uno es rubio, tres de aspecto criollo y el resto, indígena. Ese pluralismo de García Salinas no siempre fue de mi agrado, pero resultó indispensable para el momento que le tocó enfrentar. Dejó escrito cómo quería su retrato y a mí me tocó ejecutar su voluntad… “

Si bien hay una veintena de personajes que sí existieron y están en la novela, cuatro son las voces: la fictiva Inés que habla y recuerda a Gómez Farías; él conversando con políticos afines; García Salinas a través de cartas que remite a Inés; Alamán reflexionando en 1855, cuando concluyó su Historia de México.

Lo dicho, como lo dicen en la novela, parece provenir del archivo de Genaro García, de la Universidad de Texas.

La política, la hada de la ambición

En el transcurso de la narración hay alusiones a Aristóteles, Platón, Julio César, Maquiavelo, Burke, Mills, Lincoln, Palmeston… También está la pregunta de porqué fueron políticos y qué les movía para actuar y hacer.

En la novela se responde: García Salinas fue un pragmático que actúo para corresponder a Inés -la hada del amor y la fortuna-; Lucas y Valentín lo hicieron para que su “nombre se recordara en el futuro”.

Reseña: Si tú quieres, moriré de Gerardo Laveaga. México, Ed. Patria, 2018.

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