En su afán por expandir su dominio, la soberbia política estadunidense ha sido la de un claro intervencionismo en los asuntos de países con menor capacidad económica y de competencia (o negociación cuando sus necesidades lo ameritan) con las naciones desarrolladas. Y en cuestión de diplomacia y relaciones exteriores ni se diga, Estados Unidos está a la cabeza en las prácticas de espionaje y los tejemanejes de las altas esferas para imponer sus intereses en el orden mundial.
Las indagaciones y fisgoneos a los asuntos de otras naciones parecían más vinculadas a la CIA que a la Secretaría de Estado. Sin embargo, en las últimas semanas, el sitio de internet Wikileaks, publicó documentos oficiales de Estados Unidos que revelan la política exterior norteamericana y sus métodos diplomáticos hacia el resto del mundo. Ello en sí, no implica una primicia, puesto que conocemos que los vecinos del norte suelen entrometerse en los asuntos de otros países, pero su importancia radica en la cantidad de detalles, especulaciones, calificativos y referencias a gobiernos y sus mandatarios.
Es cierto también que la publicación de esta información ha puesto en jaque al gobierno estadounidense y lo ha convertido en el centro de críticas mediáticas pues además de Wikileaks, importantes medios transnacionales replicaron los comentarios de los funcionarios gringos hacia Vladimir Putin al que denominaron como “un político de corte autoritario cuyo estilo personal machista le permite conectar perfectamente con Silvio Berlusconi”; o de éste último la referencia a sus “fiestas salvajes” que despiertan la desconfianza de Washington; también se exponen el poco aprecio hacia el presidente francés, Nikolas Sarkozy y las referencias al presidente Felipe Calderón sobre el estrés que le provoca la guerra contra el narcotráfico. Además se comprobó la actividad del servicio exterior estadounidense para bloquear a Irán, el enorme juego que se desarrolla en torno a China, cuyo predominio en Asia se da casi por aceptado, o los esfuerzos para aislar al presidente venezolano, Hugo Chávez, entre otras sutilezas diplomáticas.
Ante eso se ha dicho que se vulnera la relación del gobierno estadunidense con el resto de los países y se han escuchado airados reclamos por jefes de gobierno antiyanquis y tibios comentarios de otros mandatarios menos radicales. El expresidente cubano, Fidel Castro incluso aseguró que Wikileaks moralmente puso de rodillas a Estados Unidos y ese audaz desafío ni siquiera provino de una superpotencia rival ni siquiera de una doctrina revolucionaria, y otros como Ignacio Lula da Silva de Brasil, expresaron su solidaridad hacia las restricciones a la libertad de expresión contra el director del sitio, Julian Assage.
No obstante lo inédito del incidente y la imagen cada vez más deteriorada del gobierno estadunidense, la política expansionista de ese país, a pesar de la emergencia de nuevas economías, mantiene su lugar central en el sistema capitalista actual gracias a las grandes compañías transnacionales que ahí tienen su sede de operación, y a que organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) responden antes que nada a los intereses gringos.
Los intereses económicos se anteponen a las cuestiones de soberanía, en realidad éstas han pasado a un segundo plano en los países que adoptaron los credos del neoliberalismo, y no es muy viable que las revelaciones de Wikileaks dinamiten las relaciones de Estados Unidos. Si acaso pondrían en riesgo algunos proyectos importantes de su política exterior, como el acercamiento a Rusia o el apoyo de ciertos gobiernos árabes y se mantendría el distanciamiento con Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador. Pero cuando la euforia mediática pase, Estados Unidos, seguirá vigilando a nuestros gobiernos y continuará como uno de los gigantes económicos y políticos durante algunas décadas más.
El golpe no es letal y no enterrará las relaciones internacionales de ese país; por el contrario, mientras el gobierno estadunidense busca la manera de criminalizar al fundador de Wilikeaks por la filtración de documentos, Julian Assage fue detenido por delitos menores cometidos en Suecia y no dudemos de la colusión de las autoridades de ambos países. Eso además de los numerosos ataques al sitio y a que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ni siquiera ha sido removida del puesto a pesar de las revelaciones de sus métodos. Así las cosas, no parece que el escándalo trascienda el debate mediático.