Email: mnarvaez2008@hotmail.com
Hace unos días el TEPJF ordenó retirar los spots de Andrés Manuel López Obrador por su proclividad a aprovecharse de las lagunas existentes en materia electoral, para promover su imagen con miras a la elección presidencial del 2018.
La medida, per se, es válida desde cualquier ángulo, sobre todo en lo que concerniente a la ética política, que dicho sea de paso, contraviene la supuesta honestidad que el tabasqueño reclama del poder ejecutivo federal, ya que él mismo trasgrede y comete fraude a la ley desde el momento que abusa de los espacios mediáticos que le son otorgados a la partidocracia mexicana para promoción genérica de cada partido político, pero que AMLO utiliza en su beneficio personal.
Que si el peje tiene razón en recurrir a esos espacios gratuitos de publicidad para contrarrestar la exposición mañosa a la que están expuestos los “presidenciables” de Peña Nieto, resulta un arma de doble filo porque da cabida a que otros dirigentes partidistas inescrupulosos hagan lo mismo en detrimento de una democracia ya de por si cuestionada.
Este abuso del escudero de la “honestidad” ha propiciado que el dirigente nacional el PAN, Ricardo Anaya, lo emule y haga promoción también de su imagen. En este perverso juego de ver quién se aprovecha mejor de las lagunas jurídicas de la legislación electoral o, del mutis de otros dirigentes partidistas nacionales, que por conveniencia o pachorra electoral, se callan ante la descarada promoción de AMLO y Anaya, los principios rectores del proceso electoral del 2018 se encuentran ya viciados y vulnerados de origen.
El caso de Andrés Manuel no me sorprende tanto, pues el tabasqueño se ha burlado de la ley electoral cuantas veces le ha venido en gana. Lo que si me preocupa es que el dirigente panista recurra a las mismas prácticas que AMLO, cuando en otros tiempos el PAN descansaba su andamiaje político en la credibilidad de sus dirigentes, por ende, tenían argumentos sólidos y legítimos para reclamar respeto a las reglas.
Hoy en día, esa verticalidad de actuación y esa solvencia de principios encarnadas en personas probas han desaparecido totalmente. Ahora parece que lo que menos importan son los principios; por el contrario, destacan conductas propias que antes eran exclusivas de los priístas. Lo mismo se aprovechan gobernadores que llegan al cargo con el respaldo de las siglas para promocionarse sin recato alguno, como es el caso de Rafael Moreno Valle, gobernador de Puebla, que utiliza el presupuesto de su estado para posicionar su imagen en cinemerciales y medios informativos del D.F. con influencia nacional, cuando el receptor de su “mundo ideal” solo compete a los poblanos.
Ricardo Anaya seguramente estaba en pañales cuando Don Manuel Gómez Morin rendía cuentas al creador, pero como panista destacado que se ostenta y, más siendo dirigente nacional de ese partido en la actualidad, se asume que es un hombre bien nacido y con principios; sin embargo, en su meteórica carrera política solo veo conductas propias de un arribista y tirano, que harían palidecer a cualquier sempiterno dirigente sindicalista del siglo pasado.
Con qué cara se presenta Anaya a reclamarle al presidente de la república sus yerros, si al mismo trasgrede cualquier ética política desde el momento que se agandalla los espacios publicitarios que deberían ser para los candidatos de su partido a los diversos cargos de elección en disputa?. Acaso no tendrá a alguien que le aconseje lo ridículo que resultan sus reclamos o, será que el panismo del siglo XXI no es más que una pésima réplica del priismo del siglo pasado?.
En lo personal, me decepciona en demasía el silencio cómplice de dirigentes estatales, municipales, del mismo consejo nacional y de los locales que se callan ante el desprecio de su dirigente nacional por las reglas de la democracia. Dónde quedaron esos argumentos doctrinales para restregarle en la cara al PRI-Gobierno el uso de recursos públicos para sacar ventaja en las elecciones?; ¿será que Ricardo Anaya es el caballo apocalíptico que vendrá a sepultar los ideales de los fundadores del PAN?.
Si Gustavo Madero terminó como una burda copia de los dirigentes partidistas que secuestraron al PRD, además de apoderarse de la primera posición para ser diputado federal plurinominal; Ricardo Anaya, el aprendiz del chihuahuense, representa lo más graneado del político ordinario y corriente mexicano.
Yo no sé si Anaya consiga secuestrar la candidatura del PAN a la presidencia de la república en el 2018, lo que sí sé, es que el panismo tiene un grave responsabilidad para recuperar el rumbo antes de que se lleguen los tiempos, porque de otra forma están destinados a caer hasta el cuarto lugar en las elecciones presidenciales, ya que este mozalbete con ansias de novillero solo resulta atractivo para los colmillos de los pinos, del peje y de Mancera. Me corto uno y la mitad del otro, y saben a qué me refiero, si no es así.
P.D. El insufrible secretario de Hacienda de Chihuahua, Jaime Herrera, piensa que la vida es una burbuja eterna. No desestime que los enemigos se ganan y no hay pequeños. Al tiempo.