HURRICANE – BOB DYLAN
No solo los hechos históricos sirven como forma de inspiración crear una canción, en muchas ocasiones también las historias personales (por lo general las amargas), sirven como medio para alzar la voz por aquel que de alguna manera fue callado y así contar su historia.
Al borde del huracán
Rubin “El Huracan” Carter, estaba por convertirse en una verdadera leyenda del boxeo, lucho en la categoría de los pesos medios de 1961 a 1966, con un asenso constante que demostró el 20 de diciembre de 1963, cuando dejo directo en la lona al boxeador Emile Griffith nada más y nada menos que el campeón del mundo de los pesos medios. Carter ganó ese combate por “knock out” y todo parecía apuntar a que no tardaría en llegar a la cima del boxeo.
El acenso no fue fácil, ya desde pequeño su vida se vio plaga de hechos que de alguna u otra forma, lo mantuvieron en un constante roce con la ley, fuese o no su culpa. Nacido el 6 de Mayo de 1937 en Paterson, Nueva Jersey(una de las ciudades más racistas de E.U.A.), no gozo precisamente de una infancia pacifica, al cumplir 14 años fue llevado a un reformatorio al ser acusado de varios robos y al tratar de defender a uno de sus amigos de un pedófilo de la zona. No fue mucho el tiempo que duro en el, en 1954 escapo del reformatorio y se unió al ejercito y al finalizar su preparación fue enviado a Alemania hasta 1956 cuando fue dado de baja.
Casi inmediatamente después fue arrestado por aquella huida del reformatorio condenado a pasar 9 meses en prisión, pero solo después de 5 meses fue puesto en libertad para volver a los asaltos por los que se declaro culpable y fue encerrado hasta 1961. Fue después de esto, cuando Carter salió de prisión con la firme convicción de convertirse en el campeón mundial, superando su pasado conflictivo, sus problemas con la ley y su tartamudez y 1966, ya era el primer contendiente al título mundial del peso medio.
Se desata la tormenta
Todo marchaba bien, hasta aquel 17 de junio de 1966, cuando Carter y su amigo John Artis al salir de una bar, fueron confundidos y tomados como sospechosos por la policía, de un triple asesinato ocurrido a unas calles de donde se encontraban. en el Lafayette Bar and Grill.
En ese mismo año, Carter y su amigo fueron juzgados y condenados a cuatro cadenas perpetuas, en la prisión de Rahway State en Nueva Jersey, en un juicio que lleno de irregularidades, prejuicios raciales, testimonios cuestionables y poco fiables.
El boxeador y el poeta.
En 1975 Bob Dylan, leyó la autobiografía de que Carter escribió durante sus casi 10 años en prisión «The Sixteenth Round» y fue tanto el impacto que causo en el que decidió escribir la canción Hurricane a modo de protesta para denunciar la justicia cometida, llevando a Bob Dylan a visitarle a la prisión donde cumplía condena.
Fue incluida en el álbum Desire de 1976 publicada en noviembre de ese año, una década después de la aprensión, juicio y condena del boxeador, e inmediatamente se convirtió en una de las canciones más populares del mismo, a pesar de que el mismo Dylan aseguro que no encontraba la manera de expresar los sentimiento que Rubin y su historia le causaban.
La canción logro su cometido y Dylan agito unas aguas bastante turbias llenas de racismo e injusticias hacia un grupo social y un hombre que aun en prisión se convirtió en un icono de lucha y fortaleza.
Hubo manifestaciones y protestas en las calles contra su condena, con la participación misma de Bob Dylan y Mohammed Ali. Su joven abogado Lesra Martin (quien había leído biografía de Carter en 1980) trabajo arduamente en el caso hasta que en noviembre de 1985 obtuvieron una sentencia favorable y Rubin “Huracán” Carter fue liberado, demostrándose que las pruebas presentadas habían sido manipuladas y que el “Huracán” no estaba en la escena del crimen cuando se produjeron los asesinatos. El juez de Nueva Jersey que lo liberó declaró en la sentencia que la condena de Carter “estaba basada más en el racismo que en la razón”.
Carter fue liberado a los 48 años pasando 19 años de su vida por un crimen no cometido, y ahora no volvió a las calles ni a los pequeños asaltos, lo vivido lo ayudo a dedicarse desde entonces a combatir injusticias, presidiendo hasta 2005 la Asociación para la Defensa de los Condenados Injustamente (ADWC).
La música y las letras son armas poderosas, pueden liberarte no solo en espíritu si no también en cuerpo, al escribir su historia Rubin Carter a Dylan con su historia y también al abogado que años después lo liberaría.
Vale la pena contar historias por muy cruel e injustas que parezcan, no sabes quién puede estar escuchando…
HURACAN
Suenan disparos en el bar, por la noche.
Entra Patty Valentine y desde la entrada de arriba
ve al camarero en un charco de sangre.
Grita: «¡Dios mio, los han matado a todos!»
Ésta es la historia del Huracán
el hombre al que las autoridades culparon
de un crimen que no había cometido.
Lo metieron en una celda, pero podría haberse convertido
en campeón de mundial.
Patty alcanza a ver tres cuerpos tirados en el suelo,
y a otro hombre, llamado Bello,
merodeando sospechosamente por la zona.
«No lo hice», dice, y levanta sus manos.
«Yo sólo estaba robando en la caja»,
usted me comprenderá.
«Yo los ví marchar», dice, y se calla.
«Uno de nosotros debería llamar a la policía».
Patty los llama,
y llegan a la escena del crimen con sus luces rojas
en la cálida noche de New Jersey.
Mientras tanto, lejos, al otro lado de la ciudad,
Rubin Carter y dos amigos van dando un paseo en coche.
El favorito para ganar título
de los pesos medios de boxeo.
No tiene ni idea de la mierda
que le está a punto de caer encima,
cuando un policía los detiene
y les manda parar en la cuneta.
Igual que la vez anterior, y la anterior, y la anterior.
Es así como funcionan las cosas en Paterson.
Si eres negro,
mejor no salgas a la calle
a no ser que quieras que tu madre lo lamente.
Alfred Bello tenía un compañero,
y tenía una denuncia que comunicar a la policía.
Él y Arthur Dexter Bradley
estaban merodeando por la zona.
«Ví a dos hombres correr», dijo.
«Dos tipos de peso medio».
«Subieron a un coche blanco,
con matrícula de fuera del estado».
Y la señorita Patty Valentine asintió con la cabeza.
El policía les dice:
«Esperar un momento chicos, éste no está muerto».
Así que lo levantaron y lo llevaron al hospital.
Y a pesar de que le costaba ver bien,
le preguntaron si podría identificar al los asesinos.
Las cuatro de la mañana, y detienen a Rubin.
Lo llevan hasta el hospital
y suben hasta la habitación.
El hombre herido le mira
a través del único ojo bueno que le queda
y dice: «¿Pero que me traen aquí?,
¿éste no es el hombre?
Sí, ésta es la historia del Huracán.
El hombre al que las autoridades culparon
de un crimen que no había cometido.
Lo metieron en una celda,
pero podría haberse convertido
en campeón de mundial.
Cuatro meses después, los güetos están que arden.
Rubin está en Sudamérica, boxeando por el título,
mientras Arthur Dexter Bradley,
todavía metido en el caso del atraco,
esta siendo presionado por la policía,
que busca a alguien a quien culpar
«¿Recuerdas aquel asesinato en el bar?»
«¿Recuerdas que dijiste
que habías visto escapar un coche?»
«¿Crees que puedes jugar con la ley?»
«¿No crees que fue aquel boxeador
al que viste correr aquella noche?»
«Recuerda que eres blanco».
Arthur Dexter Bradley dijo que no estaba seguro.
«Un pobre chico como tú nos puede ayudar mucho»,
le dice la policía.
«Te tenemos pillado por el trabajito del motel,
y podemos hablar con tu amigo Bello».
«Venga, no tienes porqué volver a la cárcel.
Sé un buen chico».
«Le harás un favor a la sociedad».
«Ése hijo de puta es un rebelde,
y cada día que pasa es peor».
«Queremos poner su culo en la cárcel».
«Le culparemos del triple asesinato».
«No es el Caballero Jim, precisamente».
Rubin podía cargarse a un tipo con un solo golpe,
pero no solía hablar de eso mucho.
«Es mi trabajo», dice, «y lo hago por dinero».
«Y una vez acabado, acabado está».
Era un paraíso.
Nadaba en la abundancia y el aire era puro
campando a sus anchas por donde quería.
Pero lo cogieron y lo metieron en la cárcel,
donde convierten a los hombres en ratones.
Todas las cartas de Rubin
estaban marcadas de antemano.
El juicio fue una farsa,
nunca tuvo oportunidad alguna.
El juez convirtió a los testigos de Rubin
en borrachos de los barrios bajos.
Para los chicos blancos que lo vieron,
no era más que un negro loco.
Nadie dudó que él hubiera tirado del gatillo.
Y aunque no tenían pistola para probarlo,
la policía dijo que había sido él el culpable.
Y el jurado de blancos les dio la razón.
Rubin Carter fue injustamente acusado.
El crimen fue portada de los medios,
¿adivinas quién testificó?
Bello y Bradley mintieron vilmente,
y los periódicos apoyaron la moción.
¿Cómo puede la vida de un hombre
estar en la palma de la mano de unos idiotas?
Ver cómo le metieron en esa encerrona
no podrá ayudarle en nada, pero me siento
avergonzado de vivir en una tierra
donde la justicia es un juego para muchos.
Ahora los verdaderos criminales,
con sus abrigos y corbatas
son libres para beber martinis y ver salir el sol,
mientras Rubin se sienta como un Buda
en una celda de diez pies.
Un hombre inocente, en un infierno viviente.
Ésta es la historia del «Huracán» Carter,
pero no se acabará hasta que se limpie su nombre,
y le devuelvan el tiempo que le robaron.
Lo encerraron en una celda,
pero podría haberse convertido
en campeón mundial.