Siete casas vacías… de cordura

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neriPor Alejandro Ortega Neri

Seré breve como el silencio, como la cordura, como la tranquilidad. Seré breve como la narrativa de Samanta Schweblin y como cada uno de los cuentos que pueblan las Siete casas vacías (Páginas de espuma 2015).

El nombre de la argentina Samanta Schweblin sonó innumerables veces el año pasado. Su apellido casi impronunciable y su mirada serie llenaron las páginas de los suplementos culturales, de las revistas literarias, de las reseñas de fin de año. Todas se referían a ella como una de las mejores narradoras del momento y el Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero dio cuenta de ello, pues Siete casas vacías es un libro tremendo  que no da tregua al lector.

Está compuesto por siete cuentos breves, bueno, seis de ellos lo son, y uno rebasa las cincuenta páginas. Pero cada uno es tan intenso y con atmósferas tan inquietantes que hay momentos en que la respiración se detiene para luego volver pero de forma apresurada. Eso logra la escritura de la argentina que en esta ocasión se centró en la locura y los miedos de sus personajes.

De que van las historias: “Nada de todo esto” narra la historia de una mujer, madre de familia que comienza a perder la cordura e invadir casas ajenas para extraer de ella recuerdos y enterrarlos para siempre; “Mis padres y mis hijos” es un entramado de una familia disfuncional en la que la locura de unos ancianos es la fascinación de sus nietos que se pierden con ellos desnudos en un patio; “Para siempre en esta casa” narra la invasión de un vecino a un hogar para hurtar la ropa que cuelga de los tendederos; “La respiración cavernaria” cuenta de la soledad de una pareja de ancianos que comienzan a embalar sus cosas en espera de la muerte; “Cuarenta centímetros cuadrados” es la huida ante la incertidumbre de una mujer que sale a comprar medicamento a la farmacia; “Un hombre sin suerte”, para mí el mejor, es la inquietante historia de una niña sin pantaletas en la sala de un hospital que es abordada por un hombre extraño; y cierra el libro “Salir”, un paseo nocturno de una mujer recién salida de bañar que conversa con un extraño al que su mujer va a matar.

El también escritor argentino Rodrigo Fresán señaló que Schweblin es “una científica cuerda contemplando locos, o gente que está pensando seriamente en volverse loca”. En este libro la cordura es superficial, un característica invisible, un concepto que no existe. Gente loca o que seriamente piensa en serlo inquietan tanto que uno llega a pensar cuánto tiempo faltará para que nosotros, el lector, comencemos a comportarnos extrañamente y entremos a la casa del vecino. O bien, el vecino entre a nuestra casa a robarnos la azucarera que un día nuestra madre nos regaló. Es un libro demoledor, de historias angustiantes que explora nuestros propios miedos, al vacío, a la muerte, a la soledad, a la pérdida de la cordura.

 

 

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