Sombras Tenebrosas

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Por: SERGIO BUSTAMANTE.

Durante los últimos meses del 2009 y principios del 2010, el prestigiado museo MoMa (Museum of Modern Arts) de Nueva York dedicó un ala de su privilegiada arquitectura a exponer la obra artística de uno de los directores de cine más originales que se ha visto en el siglo pasado y este: Tim Burton.

Cuando se habla de obra artística es haciendo referencia no a alguna de sus películas, sino al material, ideas y artículos que dieron origen al argumento de dichas cintas y que a su vez fueron creados y utilizados en las filmaciones. Así, se podían presenciar desde bocetos de personajes ícono como Beetlejuice (Beetlejuice, 1988) y Jack Skellington de The Nightmare Before Christmas (Henry Selick, 1993) hasta props usados en la filmación de Edward Scissorhands (1990), por ejemplo uno de sus tantos guantes con tijeras.

Cada cosa ahí expuesta, por mínima que fuera, tenía ese sello, ese olor a Tim Burton. La lúgubre y —a veces— contradictoriamente colorida y particular naturaleza que ha caracterizado su obra desde sus inicios; incluso si fuera el recorte de algún reportaje que inspiro a determinado personaje.

 

Sin duda ese sello, ese Tim Burton, es del dominio público. El más desavisado cinéfilo lo conoce; lo ubica.

Bajo esta premisa han sido varios los sectores de la crítica, espectadores y hasta seguidores que han mostrado su decepción hacia la reciente entrega de Burton; Dark Shadows.

 

Basada en el serial estadounidense que se transmitió en los sesenta bajo el mismo nombre; Sombras Tenebrosas cuenta la historia de Barnabas Collins, un rico heredero convertido en vampiro, fruto de una bruja despechada por su amor.

La historia en realidad comienza cuando Barnabas es sacado de un ataúd siglos después de su maldición, esto ocurre durante los años setenta con los cambios y choque cultural que eso implica.

 

Tim Burton toma todos esos elementos para plantear la historia de un vampiro moderno en la medida que la historia lo permite, es decir, se va adecuando al argumento pero sigue siendo añejo para los espectadores. Un planteamiento que suena desafortunado se resuelve, de hecho, con soltura.

Burton, una especie de cineasta casado con la nostalgia, se cuelga de cuanto aspecto posible no para contar una historia de miedo, sino de un tiempo determinado y sus características. Sus personajes, los que viven el presente y los que vienen de tiempo pasado se encajan casi a fuerza a la atmósfera que propone el cineasta y esta es, a su vez, la debilidad que se le ha achacado. Cierto, en orden de retratar la psicología de los protagonistas y la periferia (la música por ejemplo, la cual es un tremendo acierto en todo el largometraje, cameo incluido), Burton descuida la subtrama y a quienes la protagonizan y lo que es más llamativo, su arte. No hay ese poderoso ambiente que lo ha hecho inigualable y único, (Los nuevos monstruos digitales de Sombras Tenebrosas palidecen frente a aquellos obscuros y deformes totems que se movían a una tecnología de cuadro por cuadro en Beetlejuice, por poner un ejemplo) y si lo hay, acaso por momentos, no tiene la continuidad ni presencia que ha caracterizado su cine.

 

Por un lado, eso hace que la cinta se perciba cortada y ni siquiera un Johnny Depp en lo que se supone es su elemento, tenga la fuerza de un Edward o un Ed Wood por ejemplo. Pero, a pesar de todo, es Burton. Tal vez, un nuevo Burton.

 

De acuerdo con el argumento de Sombras Tenebrosas, podremos o no esperar una secuela. Pero más allá de eso, tal vez Tim Burton empieza a sentar las bases de un nuevo cine hacia el que se dirige y como todo artista que se respeta, aspira a renovarse.

Un cine con el mismo poder visual que lo caracteriza, pero buscando seriedad, frialdad, tomándose más en serio. Porque si Sombras Tenebrosas tiene momentos hilarantes, también tiene su dosis de escalofríos, el carismático vampiro de Depp no se tienta el corazón para ser eso, un verdadero vampiro; ¿no es esto un acierto en una historia que tiene clasificación casi infantil? Algo que muy pocos de sus críticos se han detenido en analizar o aplaudir.

 

Si, como se propone, Burton se encamina hacia ese estilo, lo ha hecho bien con esta primera pieza, tal vez nos sorprenda más adelante con algo que conjugue todo lo que ha ido aprendiendo en el camino y si no, es de cualquier forma una película suya, una menor, pero con el sello de la casa. Una muy buena película si la ponemos a competir con casi toda la cartelera actual.

 

Para los más aferrados de la vieja guardia, una buena noticia: Su próxima cinta (Frankenweenie, 2012) es, esta sí, una película como las que le hemos conocido, con personajes que sí fueron creados en su mente y dotados de ese halo que sólo él logra, además, trae de regreso a Winona Ryder en una de las voces, actriz muy ligada al cineasta y con una personalidad tan perfecta como la de Depp para acoplarse a él, pero,  sobre todas esas cualidades; el gran acierto de no contar con la harto desgastada y aburrida presencia de su cada vez menos sorprendente esposa: Helena Bonham Carter.

 

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