Por: Sergio Bustamante
En la película Philomena (Stephen Frears, 2013), Martin Sixsmith (Steve Coogan), periodista en semi retiro forzado, rechaza en primera instancia escribir sobre la historia de Philomena (Judi Dench) por considerarla de “interés humano”, hecha para venderse a gente ignorante, según él. Metido de lleno en dicha investigación, lo revelador que le resulta la tragedia de esta mujer hace que, contra sus propios preceptos, tome una postura respecto a la verdad.
Ya fuera en su papel de periodista o investigador, finalmente la historia de Philomena tenía un claro culpable imposible de ignorar para un escéptico como él: la iglesia.
Partiendo de un planteamiento moral similar es que Tom McCarthy desarrolla una también verdadera historia en Spotlight, la flamante y reciente ganadora del Oscar a Mejor Película.
Spotlight cuenta la historia de un grupo de reporteros (asociados bajo ese mismo nombre y cuyo trabajo especializado se publica en una especie de semanario) del diario Boston Globe y la labor periodística que destapó el caso de los abusos sexuales por parte de sacerdotes en Boston.
Basándose puramente en esa investigación es que McCarthy y su co-guionista Josh Singer, en casi un juego de auto referencia, ponen el foco de atención en la forma en que estos periodistas tuvieron que sortear cualquier cantidad de obstáculos y poderes para dar voz a las cientos de víctimas que hasta ese entonces (principios de los dosmiles), habían
permanecido décadas en el absoluto silencio y marginación.
La mayor virtud del filme es que inmediatamente toma una postura, pero no para dar un veredicto, sino desde el lado de los hechos, es decir, si bien es una cinta puramente periodística, no deja de lado el drama de las historias del cómo fue que ese crimen se mantuvo oculto y por qué. Podría decirse que sí juzga, pero desde la verdad.
A diferencia del ejemplo de Philomena y el melodrama que se apoyaba en la dinámica de personalidades opuestas y la vis cómica-sarcástica de Steve Coogan, Spotlight se apoya en el compromiso de estos reporteros con su labor y la ética, y aunque también recurre a las diferentes formas de cada uno de ellos, por ejemplo el impetuoso gatillero que quiere revelar todo a como dé lugar o el editor con reservas, la solidez de la cinta es la integración del expediente mismo, el cual comienza como un caso aislado de pederastia y termina como una interminable lista de sacerdotes protegidos por la arquidiócesis de Massachusetts.
En medio de esta historia el papel de Marty Baron (Liev Schrieber), el nuevo editor recién desempacado en el diario, resulta por demás interesante y trascendente, pues tener una visión que vaya más allá del impacto inicial de un simple descubrimiento (y el obvio deseo de darlo a conocer rápido), es decir, investigar más y exponer a la célula que permitió los abusos y los encubrió, fue la clave de un reportaje que se volvería histórico.
Evidentemente Spotlight desarrolla su historia con una estructura que hace guiños al documental, aunque no deja de emparentarse con sus antecedentes directos como All the President’s Men (Alan Pakula, 1976).
Si ello aporta algo nuevo o no al cine de dramas dentro del universo periodístico, queda a reserva del espectador, pues lo que McCarthy realizó es un filme que no necesita de recursos extras o historias paralelas que robaran foco a la investigación, y de ahí que sea tan efectivo en su golpe dramático.
Aunque bien vale mencionar el notable ensamble de actores entre los que destacan, Michael Keaton, Mark Ruffalo y Liev Schreiber.
Pareciera que este tipo de cintas no serían tan efectivas sin un reparto probado, pues casi siempre los hechos, entiéndase el músculo de la historia, son filtrados por actuaciones de poder. Incluso en aquellas películas similares que van caminos más tortuosos (ver Zodiaco de David Fincher con Jake Gyllenhaal y nuevamente Mark Ruffalo haciendo lo propio) y que usan el suspenso o hasta la fotografía y música como otro protagonista.
Spotlight, dentro de su austeridad que por momentos hasta le da un aire de teleplay (una debilidad), afortunadamente es un filme con vida propia porque está homenajeando a la mejor faceta del periodismo y a un tema actual y delicado.
No es concluyente, pues los protagonistas de Spothlight son contemporáneos de los actores que les dan vida. Y no hace falta.
Su legado consiste en refrescarnos la memoria y darle mayor vigencia a un asunto urgente que no queda en la ficción resolver, pero sobre todo, ponerle un punto final.