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La panadería afila lanzas, cuchillos y espadas para otra batalla interna por la sucesión en la dirigencia del Comité Ejecutivo Nacional.
A cinco meses de la elección de quien será el o la sucesora de Gustavo Madero, si es que éste decide retirarse de la contienda, los tres principales grupos que cohabitan hacia el interior del PAN, más a fuerza que con ganas, sacarán a relucir lo más “picudo” de las estrategias, y mañas, aprendidas desde que conquistaron la presidencia de México en 2000.
El primero que arrancó, desde que devolvieron la presidencia dela república al PRI, fue Gustavo Madero Muñoz, el dirigente que llegó a la jefatura nacional del partido con la votación más baja en la historia de ese instituto político.
Hace casi tres años y alejado de Calderón, Gustavo disputó el control de Acción Nacional a Roberto Gil, entonces gallo de la casa presidencial; con apenas poco más de 150 de votos de los 380 consejeros con derecho a ejercerlo, y la suma de medio centenar de la ultraderecha encarnada en Cecilia Romero, el senador con licencia en aquellos días, se impuso y obtuvo la dirigencia, tras una supuesta conjura con Roberto Gil y su grupo, que después sería incumplida, según los propios calderonistas.
La derrota del PAN en los comicios de 2012 y el rezago al tercer lugar en las preferencias electorales, llevó al partido blanquiazul a una espiral interna de culpas mutuas, que vino a exhibir la descomposición digestiva tras doce años en el poder.
El escenario adverso y la necesidad de legitimación política del PRI ante la despeculada mediática que le propinó el “peje” a Peña, fue entendida por Gustavo Madero como área de oportunidad, que ni tardo ni perezoso, junto a Jesús Zambrano del PRD, se treparon al carro alegórico del “Pacto por México”, donde recibieron toda clase de apapachos por parte del titular del ejecutivo federal, y que les sirvió para distraer el descontento interno en el PAN y en la izquierda, respectivamente.
Con una enorme percepción de repudio a cuestas por el entreguismo a la figura presidencial en los primeros meses del peñismo y con la abultada deuda moral de sus liderazgos más visibles y recientes, a Gustavo Madero no le quedó más remedio que ceder a la presión de la militancia que reclamaba elección directa, ya no de un puñado de notables, de dirigentes y candidatos. El todavía dirigente del CEN asegura que dicha iniciativa fue de su autoría.
Ante una eventual y robusta derrota, Madero Muñoz aún duda de su postulación por la reelección. Va a esperar los resultados de las mediciones que mande a hacer el CEN, para conocer su posición gracias a la anticampaña emprendida contra la reforma hacendaria, de la que ahora, por razones de elección interna, reniega sin pudor alguno. Meses atrás caía en el paroxismo para ensalzar las “virtudes” de Peña Nieto y se ufanaba del poder y la influencia del “Pacto por México”.
El que sí ya cantó que va por la dirigencia es el senador Ernesto Cordero, calderonista de cepa y enemigo declarado de Madero, quien lo degradó como coordinador de los senadores panistas.
El exsecretario de Hacienda ha mantenido una postura más firme y cercana a la oposición real que espera el panismo con respeto al gobierno de la república. Aunado al poder económico del grupo que lo respalda, entre ellos empresarios adictos al sexenio de Calderón y la alta burocracia fiel que acompañó al expresidente, así como el descontento interno de una militancia que reclama barajas y competidores nuevos, ofrecen a Cordero una plataforma sólida que lo lleve a una revancha exitosa frente a Madero y Josefina, con la que perdió la candidatura presidencial por poco margen.
Precisamente, la excandidata presidencial, que también fuera secretaria de Sedesol con Fox y de Educación con Calderón, reapareció hace unos días para anunciar su posible inclusión en la contienda por la sucesión en su partido.
El regreso de Josefina Vázquez al redondel político se dio mediante un desplegado suscrito por ella y algunos exgobernadores albiazules, a través del cual se manifiestan en contra de las iniciativas de reformas “estructurales” de Peña Nieto, las que, aseguran, son nocivas para los mexicanos.
Inmediatamente después del desplegado, la poblana, alguna vez avencidada en Chihuahua, abrió la posibilidad de contender por la dirigencia nacional panista, y llamó a construir una candidatura de unidad. Tal vez ingenua, o como consecuencia del largo receso autoimpuesto tras la derrota presidencial, sin lugar a dudas su inclusión viene a darle mayor intensidad a la competencia. Hay cuentas pendientes por saldar, con maderistas y calderonistas.
Sea cual fuere el resultado, siempre y cuando haya relevo en el CEN, las posibilidades del PAN por recuperar terreno e incrementar espacios en San Lázaro para las intermedias legislativas de 2015, aumentan sustancialmente.
El desgaste de Peña Nieto en su primer año de gobierno por el fracaso de sus “reformas estructurales”, la recesión económica a la que ha llevado al país, el brutal endeudamiento de los gobiernos estatales que ha paralizado la generación de empleos y la polarización del gobierno de la república con el magisterio, empresarios y la clase trabajadora, abren un boquete de tal magnitud, por el que la oposición, en manos de las personas adecuadas, puede reducirle al PRI la permanencia en los pinos.
P.D Hay un dicho muy sabio: Las palabras seducen, pero el ejemplo arrastra. Si a la palabra no le acompaña el cumplimiento, entonces es demagogia.