THOR: RAGNAROCK

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Por: Sergio Bustamante.

 

Si algo ha distinguido a la saga de Thor dentro del Universo Marvel, han sido sus muy diferentes versiones y por tanto su alto contraste, ya sea para bien o mal. De la fallida aproximación shakesperiana de Kenneth Branagh (2011) y sus múltiples y desconcertantes ángulos holandeses, a la Dark World (Alan Taylor, 2013) con reminiscencias de Game of Thrones; dentro de esta línea y a pesar de los cambios, el superhéroe más o menos ha podido desarrollar el arco de su personaje, a lo cual mucho ha contribuido, por supuesto, el mismo Chris Hemsworth y su cada vez más convincente registro, así como la gran mitología detrás de Thor y los secundarios que le acompañan, llámese su hermano Loki o sus cuates los Avengers.

Para Ragnarok, la tercera entrega en solitario del dios del trueno, los mandamases de Marvel nuevamente han apostado por el giro de la historia, sólo que en esta ocasión con más riesgo. Y vaya sí les paga.

Taika Waititi, director neozelandés que se hizo de buen prestigio en el cine cómico de su país, es quien ahora tiene que contar una historia que lo de menos es conectarla con la cronología de MCU o hasta las cintas anteriores de Thor (aunque sí tiene lo primero), sino terminar de dibujar la personalidad de un personaje que requería precisamente una aventura o misión suya dónde no pesaran tanto las subtramas románticas o los conflictos familiares, como había sido antes. En ese sentido, qué mejor que una comedia de aventuras a la Indiana Jones para exaltar o dibujar de cuerpo completo a uno de los superhéroes más consumados (en términos de historia) del Universo Marvel.

Lo que ofrece Waititi junto con Eric Pearson y Craig Kyle (guionistas), sin embargo, es un humor atípico en éste contexto de fuerza bruta y testosterona, aterrizando así un lado que no había sido explorado en alguien que se supone debe cumplir las características de un dios.

La introducción que nos presenta a un Thor saliendo de un lío para inmediatamente meterse a otro, es decir, cuando descubre que Loki (Tom Hiddleston) ha estado haciéndose pasar por su padre y ahora ambos tienen que dar con el paradero de Odín, establece rápidamente un tono mucho más ligero que la comedia negra o el cinismo que tanto funcionó en Ant-Man (Peyton Reed, 2015) y Guardians of the Galaxy (James Gunn, 2014). Más aún, se bifurca por completo de la trama que muchos supondríamos, en la cual Thor y Loki se enfrentarían de una vez por todas. No, lo que Waititi propone es una alianza (momentánea tal vez) en la que ambos deberán hacer mancuerna contra una villana llamada Hela (Cate Blanchett) que amenaza con tomar control del Reino de Asgard y por lo tanto del mundo.

Si bien esta premisa no ofrece nada nuevo en la línea de Marvel y resulta incluso predecible, lo mejor y más interesante de la cinta (el músculo pues) es la forma de llegar hasta ese clásico tercer acto.

Una vez que Thor y Loki conocen la fuerza que enfrentarán, son mandados por Hela a una dimensión desconocida, sin embargo, en el camino se pierden en cosmos diferentes sólo para volverse a encontrar en un lugar llamado Sakaar, que es a donde fue a dar Hulk tras el final de Avengers: Age of Ultron y donde también Thor encontrará una sólida alianza en la figura de Valkyrie (Thessa Thompson), una ex soldado valquiría de Asgard.

En ese escenario es donde la película despliega su identidad vía un Hemsworth más suelto que nunca y un Hulk digitalizado para transmitir gestos y mejores diálogos que únicamente sonidos guturales. Ahí también destaca Grandmaster (Jeff Goldblum), el excéntrico líder de ese basurero totalitario y con el cual Goldblum casi se roba la película. Ragnarok es pues la excusa de una cinta que bien pudo haberse llamado “Thor: Sakaar”, tal y como el cómic “Planet Hulk”. Esa digresión de Waititi resulta en el, quizás, filme más anormal de todo Marvel y a la vez el más apegado al lenguaje de una novela gráfica. Un Thor sacado de la década de los ochenta con referencias directas a Tron y toda la vibra y melodías que acompañaban ese cine y similares. ¿Es efectivo? Viendo las encontradas reacciones se asevera que sí, pues no hay consenso respecto a su peculiar humor y esa es buena señal en esta industria del superhéroe homologado.

Tiene, claro está, su aspecto complaciente lleno de batallas CGI y conexiones/cameos con las infinity Wars que se avecinan, pero ello no hace menos la personalidad pop-rock-electro-futurista (notable fotografía de Javier Aguirresarobe) que con osadía lleva impreso por todos lados cuando ya entramos a los familiares (y no siempre agradables) terrenos de la acción marveliana. Más aún, posee un claro sentido auto paródico (aprovechado al máximo por Blanchett y sus pocas apariciones en este tipo de papeles) que difícilmente podrá repetir (y no debería) de aquí en adelante.

Se concluye entonces que por poco y Waititi se sale con la suya. Hubiera sido imposible en esta millonaria maquinaria de fórmulas que no permite la visión de director, pero Ragnarok junto con la primera entrega de Guardians son humorísticos dejos de revelación que al menos han logrado exaltar a sus protagonistas más allá del aura engreída de salvadores del mundo. Qué suerte la de Thor.

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