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Parece que sí va en serio el tiro entre el PRI-gobierno y el PAN.
Amantes, concubinos y cortesanos según el gobierno en turno, las dirigencias del PAN y del PRI han sido, al menos en los últimos 30 años, aliados, cómplices y mesa de servicio mutuamente.
Quien iba a pensar que después de tanta convivencia y cohabitación Acción Nacional y el Revolucionario Institucional llevarían sus diferendos hasta la violencia intrafamiliar. No existe acta de matrimonio entre ambos pero vaya que tienen una descendencia que cualquier sultán envidiaría.
Una enorme cantidad de modificaciones a la carta magna, legislaciones federales, locales, secundarias, reglamentos, etc, han sido por acuerdos o componendas entre estos partidos y el gobierno en turno. Invariablemente de quien este en los pinos y quien sea la segunda fuerza electoral representativa en los congresos, federal y estatales; por lo menos desde 1988.
La quema de boletas electorales de la elección presidencial del 88, la descomunal crisis económica del 94, el mayor fraude bancario en México (fobaproa), la entrega de los recursos naturales al capital golondrino extranjero, el endeudamiento imparable del país, el aumento de la pobreza, la caída del poder adquisitivo, la metástasis de la corrupción y la impunidad son herencias malditas de esa cohabitación inmoral que los grupos más degradantes del panismo y el priismo han dejado a la generación que hoy fondea mayoritariamente las arcas públicas.
El rompimiento de medias entre las facciones predominantes del PRI y del PAN amenaza con finiquitar el trueque de votos que venía dándose desde 2006, cuando unos cuantos gobernadores del tricolor pactaron con la maestra Elba Esther Gordillo, mensajera del calderonismo, la transferencia de sufragios para asegurar la victoria de Felipe. En el 2012 fue más fácil abandonar a una abanderada panista proclive al arreglo por lo que no hubo necesidad de tanta alharaca.
Con los momios actuales del relevo presidencial 2018 y la posibilidad de una votación abultada en favor del puntero de los sondeos, se antoja (¿ba?) un acostón más entre la hermandad apartidista que regentea al PRI y al PAN para reeditar el 2006.
Con los demonios sueltos para satanizar al aspirante presidencial del Frente, Ricardo Anaya, la PGR evoca los años maravillosos del exorcismo político con al afán de levantar de la lona al otro gallo de la oligarquía mexicana del siglo XXI, José Antonio Meade.
El putazo de corrupto, y perdonen por la expresión popular mexicana cuando describimos una situación demoledora de un hecho o circunstancia, nada tiene que ver con el término peyorativo utilizado para denostar a una persona con preferencias sexuales diversas; no tan solo le pintó el ojo de independiente (morado) al más joven aspirante a la grande, sino que sacudió su pequeña humanidad dejándolo en muy malas condiciones frente a la opinión pública.
Culpable o no, aunque sí con muchísimas dudas con respecto a las explicaciones ofrecidas por el mismo Anaya, la percepción del respetable (público) se va a modificar sustancialmente y eso se va a reflejar en la andanada de encuestas y sondeos que propalarán para beneplácito de Meade, Ochoa y Peña, en los próximos días.
Pero ojo, mucho ojo, no se vayan con la finta si hay enroque entre las posiciones 2 y 3. Hay que leer muy bien si los números del primer sitio se mueven hacia arriba, lo cual no sería raro dado que el pleito de verdulería lo protagoniza la otrora idílica pareja emula de Bonnie y Clyde.
Y no nos sorprendamos tanto del vergonzoso espectáculo que por ahora nos brindan el PRI y el PAN. Desde hace tiempo, por lo menos en Acción Nacional, los principios y la doctrina son solo referencias de socorro discursivo de la infinidad de merolicos e hipócritas que acaparan los puestos de gobierno y los cargos de elección popular de ese partido.
Tristemente para los electores las alternativas para elegir al (a) prospecto (a) para presidente es mínima y pobre. Me duele el caso del PAN, porque pasó de ser una propuesta moral y ética para gobernar, a ser un instrumento más de los depredadores del poder y el dinero público. Semejantes entre sí, azulados y descoloridos
Lo que vive Ricardo Anaya no es casualidad. Si se hubiese detectado y frenado desde hace años a los mercenarios del partido que se camuflaron de boleritos y de la cultura del esfuerzo, hoy habría respaldo de la sociedad para defender a un hombre honesto, pero no, no hay honestidad que defender, por el contrario, casos como el de Anaya se repiten por todo el país.
Chihuahua no es la excepción, cantidad de promesas ochenteras y noventeras sucumbieron al encanto del abuso del poder, gubernamental y partidista. Muchos de ellos perdieron la vergüenza y la dignidad para amasar grandes fortunas. Medio centenar de ellos reprueban en convicciones y ética. Ya no importa.
Así las cosas, palo dado ni Dios lo quita. Defenderse es una cosa, a puñaladas iguales llorar es cobardía, pues sería muy penoso tirarse al piso cuando el Ya sabes quién de Chihuahua hace lo mismo con su aparato de justicia. Por el contrario, buzos caperuzos porque las réplicas del terremoto de Reforma puede ablandar las estructuras de cantera de la Aldama y 11ª.
P.D. Al parecer el congreso de Chihuahua quiere enfuerar a todo el poder ejecutivo del estado. Sería el mensaje de desesperación de los matanceros de hoy que ya le miran el filo al hacha.