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El PRI tiene precandidato de “Unidad” al gobierno del estado de Chihuahua. Entiéndase esta palabra con el significado que le ha dado el partido más antiguo de México, porque no necesariamente es literal como la describe el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Se trata de un sonorense, ya que nació en un poblado desértico del estado de Sonora, bautizado como El Altar. Enrique Serrano Escobar es el alcalde con licencia de Ciudad Juárez, la frontera más transitada del planeta y la de mayor población del estado más grande de la república.
Enrique Serrano cuenta con una trayectoria política importante. Fue diputado federal y diputado local, además de haber sido electo presidente municipal de Juárez para el periodo 2013-2016, entre otras actividades partidistas.
El ahora abanderado tricolor fue seleccionado entre una docena de aspirantes, de los cuales sólo 4 tenían posibilidades de obtener la nominación: Lilia Merodio, Graciela Ortíz (ambas senadoras), y Marco Quezada, compadre del exgobernador y actual Director del ISSSTE, Reyes Baeza. Serrano dejó tendidos en el redondel a otros 6 suspirantes de relleno, entre los que destaca Héctor “Teto” Murguía, que ya fue edil de la fronteriza ciudad Juárez en dos ocasiones y, que fue seleccionado (premio de consolación) en el mismo paquete que Enrique, para ser candidato a presidente municipal por tercera vez.
Contrario a lo que se venía sucediendo en las filas del PRI después de que recuperaron de las manos de Francisco Barrio el gobierno del estado, cuando Patricio Martínez García (1998-2004) trató de imponer a su secretario general de gobierno, Víctor Anchondo, que al final de cuentas fue superado por Reyes Baeza, quien resultó ser un excelente candidato pero un pésimo gobernante. Lo mismo sucedió con Reyes al intentar imponer sucesor, sin embargo, César Duarte fue el que se alzó con la nominación, llevando al Revolucionario Institucional a la victoria más holgada de los últimos sexenios, de la mano de partido satélites.
Con César Duarte en el gobierno, el precandidato Serrano pareciera ser una imposición, al menos de un grupo político, pero en realidad el ahora abanderado ha construido una carrera política importante al margen de un grupo definido. Por si fuera poco, sul nivel de conocimiento entre el electorado va más allá de Juárez, superior al de sus contrincantes internos que apenas si bordeaban sus zonas de influencia. Pesó también que las senadoras, pese a la intensa campaña en algunos medios locales, no lograron levantar mayores expectativas que pudiesen garantizar resultados óptimos en las urnas.
Aún con la designación en la mano, Serrano Escobar no puede cantar victoria, toda vez que debe zanjar fuertes diferencias con los enemigos del todavía gobernador, porque la pugna por la nominación dejó heridas muy abiertas y resquemores que irán surgiendo a medida que avance el proceso de consolidación de la candidatura, y el electoral, por supuesto. Tampoco se pude soslayar que si bien no es del cubil de Duarte Jáquez, el edil fronterizo con licencia hizo causa común con el mandatario estatal contra los deseos de Reyes Baeza por agandallar la candidatura para su compadre Marco Quezada.
En los números rumbo a la elección, algunos columneros han resonado que el PRI mantiene una fuerte ventaja sobre el PAN. Todavía es muy prematuro presumir que Enrique Serrano será el próximo gobernador de Chihuahua porque falta conocer el nombre del que será el abanderado del PAN; además, aún es posible que surja un candidato independiente o ajeno a los intereses partidistas, ya que los chihuahuenses ocupamos el segundo lugar nacional de menor participación en las urnas, vía a través de la cual expresamos el repudio a todos los partidos políticos tradicionales. Tal vez esta última sea la razón por la que el panismo tiene un desafío mayúsculo si es que quiere vencer la inercia y la maquinaría tricolor en caso de que la competencia se centre sólo entre rojos y azules.
Enrique Serrano va a encarar una fortísima resistencia entre el electorado porque pesa sobre su administración la desconfianza por obras realizadas muy por encima de los costos promedios y ejercer con muchos yerros el presupuesto de la ciudad. Aunado a lo anterior, el aspirante priísta tendrá que cargar a cuestas con la imagen en franco deterioro del gobernador César Duarte, el que, si bien tiene parque para presumir áreas destacadas como la educación, en salud, parcialmente en seguridad y en menor grado en la implementación del sistema de justicia penal; el tema del endeudamiento y el escaso margen que tendrá la siguiente administración para concretar grandes proyectos dado lo comprometido en que se encuentran las fianzas públicas, lo coloca en una posición bastante vulnerable para defender lo que a todas luces se antoja indefendible.
El aspirante tricolor no es mal gallo, pero es muy seguro que tendrá que trabajar de más para revertir la desconfianza de lo hecho en Ciudad Juárez, contrarrestar el rechazo popular hacia el marcado endeudamiento del estado y sobreponerse a las endebles relaciones con el grupo de Reyes Baeza. Esto, sin considerar que todavía pueda surgir el “bronco de Chihuahua”.
P.D. Como premio de consolación, el priismo otorgó también la candidatura de la alcaldía de Chihuahua a Lucía Chavira, cónyuge de Marco Quezada y comadre del director del ISSSTE. En la capital del estado existe una competencia muy cerrada con el PAN; sin embargo, la posible candidatura de Enrique Terrazas Syefert, hijo de uno de los íconos del panismo chihuahuense y empresario exitoso, amenaza con eclipsar el bipartidismo y dejar sin posibilidades al reyismo, desplazar al tercer lugar a los panistas y forzar el resultado de la elección de gobernador.
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