Por Marco Antonio Flores Zavala
El domingo pasado estuve en el concierto de Francisco Fullana y Tomomi Sato. Tres detalles me llamaron la atención: los intérpretes sedujeron al público; su enorme sencillez; y poseen conocimiento de Manuel M. Ponce.
El maestro Carlos Martín Vázquez fue quien me expresó de la calidad y naturalidad de los artistas. Lo comprobé en vivo: escuchar a dos jóvenes interpretando a Mozart, Wagner y Strauss, así de sopetón en domingo. Era una clase de seducción y proyección de gusto clásico.
En el porvenir, sería dable tener como presentadores a Carlos y Antonio Manzo en radio o reseñistas en la prensa, para saber el cómo y porqué de Sato y Fullana. Todavía tengo en mente la manifestación facial cuando Carlos me habló de los visitantes y su distinción.
El auditorio del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez estuvo abarrotado –y era domingo al mediodía-. Ese fue el otro detalle: me integré a un público de gusto diferente. En su aplauso llamaron tres veces a los artistas. El otro detalle fue cuando interpretaron, como pilón intermedio, a Ponce –Pouns, según Lang Lang-. Y no ejecutaron el tradicional Intermezzo…
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Antes del concierto precitado recorrí lo expuesto en Legado, de Manuel Felguérez. No es conclusión o continuidad…
La firma del viejo boy scout me sigue siendo simpática: dos figurines unidos por sus brazos…
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Ayer estuve en el Museo Rafael Coronel, vi las novedades expuestas: Retrofutura y El Tastuán y la niña de Jerez.
En el salón un par de jóvenes comentaron de cuán influyente es la obra de Coronel en el mundo Queer, merced al influencer Morra Liza, quien proyectó al zacatecano en públicos diferentes a los turistas de souvenirs.
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Una nota x: en la inauguración de las novedades, hecha el viernes, hubo danza de matlachines y muchas fotos con el hijo de don Rafael.
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Voy a otro extremo: esta semana fue presentado el libro Saín Alto, historia, arqueología, arte y cultura (Pacmyc, 2021). Este volumen lo coordina la maestra Cruz Dalia Muro Marrufo.
El libro tiene manifestación de parte, su fin es “rescatar a nuestros pueblos del olvido y escribir historias entrañables sobre ellos”. En el conjunto de artículos se abordan familias, instituciones, festividades. El arco temporal es amplio, del período prehispánico a casi nuestros días.
Lo estoy leyendo en el orden dispuesto en el libro. Estoy con “Sitio arqueológico Cuesta Blanca o Atotonilco, en el municipio de Saín Alto, Zacatecas”, de la joven arqueóloga Haydeé Zamora Castruita y con “«Indios cristianos y obedientes a la dominación española». Orígenes históricos del pueblo de San Sebastián de Saín Alto”, de la joven historiadora Cruz Dalia Muro Marrufo… La semana próxima les cuento el libro.
Para tener este documento, que bien nos apertura un panorama a una región zacatecana que nos es inédita, escriba al Facebook de la coordinadora del libro, doña Dalia Muro.
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Ayer murió don Luis Echeverría Álvarez, expresidente de la República. Ejerció su gobierno entre 1970 y 1976. Un detalle me llamó: hubo tanta sobriedad y distancia en los duelos publicados en las redes, que daban cuenta de una manifestación formal, testimonial y punto.
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El fallecimiento del expresidente me trae a colación que fue en su gobierno cuando el escritor Ramón López Velarde tuvo su primera conmemoración luctuosa de Estado, en 1971. Entonces se contemporanizó al poeta jerezano. Otra recordación fue el 150 aniversario luctuoso del fallecimiento de don Benito Juárez (el próximo lunes 18 de julio es la fecha)…
Echeverría, como varios mandatarios, hizo uso de varios cumpleaños para dar sentido histórico a su gobierno, que se autoproclamaba como revolucionario, liberal, progresista y “arriba y adelante”…
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La muerte de Echeverría pondrá en citas, tras citas y tal a un crítico de su gobierno y a un historiador que hará analogía con el presente. Uno es don Daniel Cosío Villegas, el segundo es Enrique Krauze.