Horror films don’t create fear. They release it.
─ Wes Craven.
Domingo por la noche, mientras Jake Arrieta estaba en el umbral de tirar un “no hitter” con los Cubs de Chicago, y MTV tocaba uno de sus puntos más bajos con su edición 2015 de los VMA’S, se dio a conocer la noticia de que el cineasta Wes Craven había fallecido a los 76 años de edad víctima de un cáncer cerebral.
La nota no es algo menor considerando la relevancia de Craven en el cine. Maestro en el género horror, Wes Craven tuvo una larga e importantísima trayectoria cinematográfica que lo mismo se involucraba en el drama como la comedia y hasta en los musicales, aunque fue en el mencionado género de los sustos donde trascendió e hizo escuela, al grado que un cineasta como William Friedkin (El Exorcista) no tiene empacho en nombrarlo como “el mejor director de horror. Ever”. Y ello sin mencionar su talento en otros campos como la literatura (licenciando en filosofía), la docencia, y hasta su involucramiento en el mundo de los videojuegos, aunque hoy aquí nos compete el cine.
Cintas como Scream, The People Under the Stairs, y sobre todo A Nightmare on Elm Street, su obra máxima y con la que casi inventó un subgénero, han sido socorridas una y otra vez por diversos directores, tanto consagrados como Sam Raimi y Don Coscarelli, así como jóvenes que ya se hacen de un nombre como Ti West y James Wan; y sobre ello, dejan un legado cultural que podemos considerar desde ya como invaluable.
A manera de pequeño homenaje, va aquí una lista de sus siete películas esenciales. Aquellas con las que Craven se hizo de un nombre, y con las que redefinió el horror en más de una ocasión.
- Las Colinas tienen Ojos. (1977)
Una típica familia norteamericana queda varada en su camper en pleno desierto rumbo a California, y ahí ha de sufrir el horripilante acoso de otra familia de, digamos, víctimas de experimentos nucleares, que viven escondidos en ese lugar. Ese fue el vehículo con el que Wes Craven sentó las bases de un tema que abordaría en más de una ocasión en su carrera: la deformidad y el miedo a lo desconocido como el “enemigo”. Aunque obviamente esta cinta no se quedó en la pura metáfora y se fue al extremo. The Hills Have Eyes fue también una revisión, o más bien homenaje trasladado, a otro clásico como lo era la reciente The Texas Chain Saw Massacre (Tobe Hooper,1974), así como una genuina conjunción de ese vena del terror con situaciones cómicas, algo a lo que, por ejemplo, Rob Zombie recurrió estrechamente en sus inicios con House of 1000 Corpses (2003) y The Devil’s Rejects (2005).
The Hills Have Eyes fue un Wes Craven que ya dominaba la tensión y celebraba con desempacho su gusto por el gore. No por nada la película fue inicialmente clasificada como “X”. Alexandre Aja hizo un remake bastante bueno en el 2006, pero definitivamente no superior a su fuente.
- La Gente detrás de las Paredes. (1991)
Independientemente de su lugar dentro de la filmografía de Craven, este título tuvo bastante éxito en nuestro país.
Nuevamente aquí Wes enfocó su historia en explotar el miedo a algo incomprensible, y lo hizo por partida doble creando así un filme en verdad perturbador. Es decir, no sólo basa el miedo en “la gente” que vive atrapada en el sótano de una casa y lo muestra desde la perspectiva “normal” de los chicos que se metieron ahí a escondidas y ahora no pueden salir, sino que hace de los protagonistas, los tétricos hermanos que habitan ese lugar, una pareja ambigua al no saber en realidad cuál es su conexión.
The People Under the Stairs es un muy buen filme que se estrenó en un mal momento, lleno de analogías sociales y dado el delicado momento que viven los EU, hoy debería ser revalorado.
- La Última Casa a la Izquierda. (1972)
Wes Craven debutó en grande con The Last House on the Left, cinta que a la postre se convertiría en un clásico setentero y una referencia del llamado “rape revenge”. La historia sobre el cruel destino de una banda de psicópatas que van a dar por error nada menos que a la casa de una de sus víctimas, sentó varias de las bases del cine de venganza y tortura. Mención aparte a su ciertamente decente remake del 2009.
Por otro lado, Craven hizo aquí un manifiesto de osadía y tortura psicológica que incluso le valió la prohibición en algunos circuitos y hasta el miedo real de Sandra Peabody, actriz que en un momento de la filmación de plano sufrió una crisis y tuvo que abandonar el set. En otras palabras, Craven se reveló como un cineasta que atacaba al género del horror no desde una perspectiva paranormal, sino desde la realidad, lo cual, para ese 1972, resultaba tanto o hasta más terrorífico que el mismo Exorcista que se estrenaría tan sólo un año más tarde. Si tan sólo no se le hubiera considerado cine de serie B…
- La Serpiente y el Arcoíris. (1988)
Basada ligeramente en el libro homónimo del antropólogo y botánico Wade Davis, The Serpent and the Rainbow fue un éxito tardío a pesar de su escaso estreno. La cinta retrata las investigaciones del Dr. Dennis Alan (Bill Pullman, quien se supone es el alter ego de Davis) en Haití respecto a un caso de alguien que regresó de la muerte gracias a una “droga vudú”. En su viaje Davis descubre que aquello tiene muy poco de droga y en cambio mucho de brujería, y que hasta intereses políticos tienen que ver en ello.
Si bien esta película resulta algo confusa, es bastante entretenida y fue, en su momento e incluso ahora, una aproximación en verdad alternativa al subgénero zombie. Por otro lado, es prueba fehaciente de que Craven era movido por un interés real de hacer cine antes que tener éxito como el creador de un personaje que para ese entonces ya era toda una franquicia.
- Vuelo Nocturno. (2005)
He aquí una de las películas más infravaloradas de Wes Craven y que, contradictoriamente, lo muestran como un realizador versátil que si bien casi siempre fue autor, también podía dirigir con soltura y efectividad argumentos ajenos.
Red Eye es un thriller con todas las de rigor. La historia de una mujer atrapada dentro de una intriga política con asesinatos y hasta la vida de su padre en peligro, nos mostró a un director que se renovó y mostró dos o tres trucos que aún le quedaban bajo la manga. Aparte, la película fue una producción de proporciones considerables que incluyó a futuras súper estrellas del cine como Rachel McAdams y Cillian Murphy, prueba de que Craven también sabía manejar los grandes presupuestos (como ya lo había hecho con Music of the Heart en el 2000 con la mismísima Meryl Streep en el protagónico) y no era sólo un realizador encerrado en crear dentro de un género. La ventaja de esta cinta es que es fácil de encontrar hoy en día, y vaya sí se merece la revisión.
- Scream. (1996)
En la década de los noventa y justo en un año flojo cuando el horror atravesaba un bache creativo, Wes Craven retomó los mejores elementos del teen cinema sumados al slasher y entregó una sinfonía que habría de redefinir las reglas del juego una vez más: Scream.
Scream fue una revelación cinematográfica como hacía años no se veía. Y lo mejor es que ni siquiera trataba de encontrar el hilo negro en ningún aspecto, simplemente refrescó con jovialidad aquello que el cine de horror había venido marginando: un asesino icónico, el misterio de su identidad, adolescentes copados de hormonas, la vida colegial como escenario relevante, los suburbios, asesinatos sin pistas… vaya, la identidad cinematográfica a la que Jason Vorhees y Michael Myers “dieron vida” en los ochenta, pero ahora retomada en una época donde aparentemente la inocencia ya se había perdido.
¿Cómo pues, introdujo Craven esa anticuada fórmula a pocos años del cambio de siglo? Simple: Con humor y referencias. Incontables referencias. Tanto clásicas como actuales. Con personajes perfectamente desarrollados y diálogos exquisitos hasta para el cinéfilo promedio. Scream se burló de si misma tanto como se tomaba en serio. Hizo de sus orígenes y clichés su columna vertebral, desembocó en toda una franquicia, y en el camino respetó la esencia del nicho al que ahora pertenecía y se dirigía. Un parteaguas generacional por donde quiera que se le vea.
- Pesadilla en la Calle del Infierno. (1984)
La joya de la Corona. La que salvó a la New Line Cinema de la bancarrota. La que convirtió ipso facto a Wes Craven en un cineasta prestigiado. A Nightmare on Elm Street, como en su tiempo Halloween (John Carpenter, 1978), redefinió el género del horror y se convirtió en un exitoso y surreal universo cinematográfico. La historia ya todos la conocemos: Freddy Krueger, el ente vengativo ataviado con su guante de cuchillas que asesina a sus víctimas en los sueños. La mezcla del Craven viejo junto con otros temas que se volverían recurrentes en su filmografía como la adolescencia, desembocaron en un personaje cuya mitología elevó a esta cinta a un referente de la cultura pop; franquicia de cine, trasvases, comics, videojuegos, crossovers, etc. La solidez de esta historia es tal que incluso diez años después Craven se dio el lujo de renovarla en el siempre complicado plano metaficticio con New Nightmare (1994).
A la par de todas esas cualidades, hay algo que Pesadilla en la Calle del Infierno tocó como ninguna otra obra de Craven: enfrentar nuestros miedos y liberarnos de ellos. Y qué mejor forma de hacerlo, más bien, intentarlo, que en un plano donde todo está fuera de nuestro control como lo son los sueños, o pesadillas en este caso. Ese chispazo de inspiración basado en sus recuerdos y lecturas bastó para que Wes Craven creara una marca cinematográfica bajo sus propios términos. ¿Cuántos cineastas en la actualidad pueden presumir ello?
Gracias por las pesadillas, Wes.