Ya fue mucha cajeta, señor presidente

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Por: Manuel Narváez Narváez

Email: mnarvaez2008@hotmail.com

La dimisión del secretario de hacienda prende las alertas máximas de los mercados financieros y genera más incertidumbre económica.

No se bajó del barco un funcionario más, sino el más importante del gabinete del todavía presidente de México. En la secretaria de hacienda se está concentrando todo el dinero del presupuesto y desde ahí se pretende canalizarlo directamente a los proyectos e impulsos de López Obrador.

Todo indica que el palmarés de Carlos Urzúa fue insuficiente para hacer entrar en razón al ciudadano presidente. La formación académica, su trayectoria científica y el prestigio editorial del ahora ex secretario de hacienda dejaron de ser referente ante el consejo de ancianos que aún rodea a Andrés Manuel.

La baja se suma al de otros funcionarios de áreas sensibles de la muy cuestionada gestión de AMLO. Hace un par de meses cayó como balde de agua fría la separación voluntaria de Germán Martínez a la dirección del IMSS. ¿El motivo?, los mismos que argumentó Urzúa: Decisiones políticas sobre cuestiones técnicas e imposición de funcionarios ajenos al quehacer de las áreas.

Un par de horas después de la renuncia oficial del secretario de hacienda y en medio del sismo financiero que llevó al peso a perder 25 centavos frente al dólar y marcaba una tendencia de pérdidas en la Bolsa de Valores, otro funcionario, de segundo nivel, pero de un área tan sensible como la seguridad, dejaba también su cargo.

Gualberto Ramírez Gutiérrez dejó la Unidad Especializada en Investigación de Delitos en Materia de Secuestro de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) de la FGR. Así, la mañanera del presidente López Obrador se redujo a nombrar al sucesor de Urzúa y a justificar la baja.

Las renuncias de funcionarios de primero y segundo nivel del gabinete legal y ampliado de la presidencia de la república no son nuevas. Desde el México de la post revolución hasta nuestros días, las salidas son comunes como frecuentes, algunas sorpresivas, pero la mayoría sin mayor alboroto.

A diferencia de otras renuncias, la del secretario de hacienda de Andrés Manuel genera mucho ruido y estresa, aún más, la confianza de los inversionistas y mercados financieros porque es una clara señal que confirma los yerros, que, para muchos analistas expertos en la materia, se están cometiendo en tan poco tiempo dentro de una administración que no acaba de cuajar, ni es capaz de proyectar certidumbre de crecimiento económico y generación de empleo.

Lo que en su momento se creía una valiente determinación para terminar con la corrupción, simulación y generar ahorros suficientes que permitiesen mayor y mejor distribución de la riqueza, se ha convertido en un Deja Vu populista de desmantelamiento de las instituciones públicas y acaparamiento indiscriminado e inmisericorde de los recursos públicos.

Ya está en marcha el segundo semestre del año y todavía no hay indicios, ni siquiera presunciones, de que la economía del país vaya al alza. Peor aún, la generación de empleos comienza a rezagarse, el sector industrial se ha contraído en algunos sectores y las grandes inversiones extranjeras directas no se asoman ni por casualidad.

Eso sí, el presidente, como todo gran señor de tienda de raya, ha acumulado tal poder político y económico, amén de paralizar todas las adquisiciones del sector público y concentrar absolutamente el dinero de los contribuyentes, de tal suerte que su austeridad republicana ha pasado a ser un cobarde chantaje de dimensiones caóticas.

Si Andrés Manuel no es capaz de razonar y entender el mensaje de la renuncia del secretario de hacienda, creo que estamos en graves problemas para encarar el cierre de año más difícil desde el 2008.

En lo personal, me decepciona profundamente la transformación, para mal, de este hombre en quien los mexicanos depositaron la confianza. Más lamentable es que siga asustando con el petate del muerto y su cantaleta de monstruos y fantasmas del pasado. Eso cala y ofende.

Sinceramente es triste ser testigo de cómo se diluye una esperanza, pero más aterrador resulta ser arrastrado al abismo económico. A este ritmo, no será descabellado considerar solicitarle que adelante las elecciones presidenciales, al cabo que sería menos oneroso acudir nuevamente a las urnas que seguir pagando el costo de su ineptitud.

P.D. Por amor de Dios, ya deja de cajetearla, nos vas a arruinar todavía más.

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